LA PSICOLOGIA DE LAS SECTAS

 

Psicología de las sectas.

Las sectas y su evolución histórica.

¿Qué es una secta?

Por paradójico que pueda resultar, no es nada fácil fijar el concepto de "secta". Hace apenas una semana transitaba yo por Madrid en el coche de una amiga mía, que es profesora de Historia. En el curso de la conversación me comentó que uno de sus alumnos, del que elogiaba el buen trato y la simpatía, pertenecía a una "secta evangelista". Confieso que me sorprendió aquel calificativo, porque mi amiga tiene una cultura superior a la media (muy, pero que muy superior, diría yo, si queremos ser justos); pero resultaba poco capaz de diferenciar a una secta del protestantismo. Si deseamos ser honrados, tal forma de acercarse al tema sigue siendo muy común (¿quizá mayoritaria?) en nuestro país, lo que constituye, sin duda, un mal enfoque inicial para abordar el tema de las sectas.

A fuer de sinceros, hemos de reconocer que el apelativo secta ha contado con acepciones diversas a lo largo de los tiempos. Para un judío de época de Jesús su contenido no era peyorativo en absoluto. Simplemente hacía referencia a las divisiones internas dentro del judaísmo en fariseos y saduceos (también en zelotes y esenios, aunque esto es objeto de mayor controversia). Secta tenía entonces un significado muy parecido al de su etimología, que procede del latín secare (cortar). Era una de las partes en que estaba "cortado" el judaísmo. En este sentido, el cristianismo era inicialmente una secta judía, caracterizada por su creencia en que Jesús de Nazaret era el mesías.

Posteriormente, y en lógico paralelismo con la aparición de las herejías, el apelativo empezó a destinarse no sólo a los que profesaban creencias diferentes, sino que también desgarraban, "cortaban" con ello la unidad de la Iglesia, que en el cristianismo resultó un concepto mucho más importante que en el judaísmo. No es difícil percatarse de que, a partir de entonces, el término va adquiriendo un cariz negativo, que ya está plenamente implantado durante la Edad Media. En el curso de este período histórico es frecuente ver aparecer en las fuentes noticias relativas a la secta de Mahoma o a la secta judía, apelativos, seamos sinceros, de exactitud más que dudosa.

Un caso similar es el que nos encontramos al llegar la época de la reforma y la contrareforma en referencia a las divisiones que experimentó en esta época la túnica inconsútil de Cristo. Se produce en esta época una combinación del significado de división con el contenido de corte peyorativo. Así, se pueden ver referencias a la secta de Lutero o a la secta de Calvino, y también a la secta papista, pues para los reformistas es el papado el que se ha separado (de la pureza cristiana original) y el que merece un juicio negativo. En buena medida, puede decirse que este concepto es el que sigue presente en la mentalidad de millares de personas en España.

Durante el siglo XIX diversos sociólogos de la religión, como Max Weber y Ernst Troelsch, articulan una definición de "secta" totalmente distinta. Se trataría (y la definición tiene muchos aspectos positivos) de una contraposición con la iglesia grande y establecida: grupos pequeños, más familiares, de contacto más humano. Para que comprendamos mejor la definición, podríamos decir que si la parroquia tendría para Weber un carácter de iglesia, las comunidades de base que se reunieron en el entorno de la misma lo tendrían de secta precisamente porque en ellas se daban unas notas de mayor cercanía, menos numerosidad, etc.

Ninguno de estos contenidos se corresponde con lo que hoy en día se suele denominar secta o también, quizá como un intento por diferenciarlo de todas las definiciones anteriores, "nuevos movimientos religiosos" (denominación no del todo afortunada por cuanto algunas de ellas tienen más de un siglo de existencia). La secta hoy en día es un tipo de organización en la que se dan una serie de características claramente identificables ante cuya ausencia total o parcial no cabría hablar de la misma, sino de un ente distinto. Por paradójico que pueda parecer, el factor ideológico, teológico o filosófico no es importante a la hora de encuadrar a una entidad como secta, al menos no en grado sumo.

¿Cuáles son las características definitorias de una secta? Podríamos señalar la necesidad absoluta de que se den las siguientes en su totalidad:

1. Estructura piramidal. La secta ha de tener una organización que podríamos dividir en cúspide absoluta (el cuerpo gobernante, generalmente colectivo, aunque con una figura sobresaliente), mandos intermedios y adeptos-tipo. Naturalmente, se trata de una simplificación. De manera general, la secta presenta una estratificación que permite un control riguroso de los escalones inferiores.

2. Sumisión incondicional al dirigente. En el interior de la pirámide la norma absoluta es la sumisión sin paliativos a la cúspide. En buen número de casos, ésta pretende haber recibido una inspiración de Dios (Ellen White, Joseph Smith, Moon, etc.), ser la única intérprete válida de la revelación (Moisés David, la Watchtower) o haber descubierto algo nuevo (Hubbard). Sean cuales sean sus pretensiones, no cabe la menor posibilidad de romper la cadena de sometimiento o el cañamazo en que se asiente la secta.

3. Anulación de la crítica interna. Lógicamente, la secta ahoga cualquier posibilidad de crítica interna hasta niveles difícilmente concebibles para el que no conoce el tema. No cabe otra posibilidad. Millares de adventistas y Testigos de Jehová hubieran dejado de ser adeptos al no llegar el fin del mundo cuando lo profetizó su secta, centenares de siervos de la Iglesia de la Cienciología hubieran repudiado sus métodos pseudocientíficos. Si no sucede así es porque se trastorna la capacidad del adepto para leer críticamente, y posteriormente se le limita o impide totalmente acceder a fuentes de información contrarias a la secta. Esta incapacidad de analizar críticamente lo que sucede en el interior de la secta (no digamos ya de manifestarlo o de publicarlo) lleva a la secta a presionar constantemente al adepto mediante refinadas formas de control mental, registrándose en algunas sectas incluso violencias físicas o utilización de psicofármacos para someter a los adeptos.

4. Persecución de objetivos económicos y/o políticos enmascarados bajo una ideología de tipo filosófico o religioso. A lo anterior se une el hecho de que la secta persigue fundamentalmente la consecución de unas finalidades de tipo económico y/o político. No es misión de este libro centrarnos en ese tema, que ya hemos desarrollado con cierta amplitud en obras anteriores. Preferimos remitir al lector a la bibliografía del final; pero sí deseamos adelantar que hemos escogido algunas referencias en el capítulo siguiente en relación con mormones, adventistas y Testigos de Jehová por ser las sectas de mayor alcance social en nuestro país. La secta no persigue finalidades espirituales ni filosóficas de manera filantrópica. El afán de poder y de lucro subyacen en lo más hondo de sus motivaciones.

5. Instrumentalización de los adeptos en orden a obtener los fines de la secta. Por todo lo anterior, resulta evidente que el adepto, sometido a un férreo control por la secta, no deja de ser mera carne de beneficios para la misma. La explotación económica es generalizada en todas las sectas y casi en la misma medida la laboral. En algunas más concretas se une a esto la utilización sexual de los miembros. El adepto es un simple número al que emplear en la obtención de resultados, fundamentalmente la captación de fondos y de otros adeptos. Los métodos importan poco.

6. La ausencia de control de una autoridad superior sobre la secta. A lo anterior hay que sumar la inexistencia de un factor de control sobre las actuaciones de la secta. Por citar un ejemplo, el Palmar de Troya empieza a ser técnicamente secta en el momento en que se coloca totalmente fuera del alcance de una autoridad jerárquica superior, si bien es cierto que sus otros comportamientos de tipo sectario se producían ya con anterioridad. La importancia de esta característica se deriva del hecho de que una autoridad superior puede cortapisar lo que pueden ser comportamientos sectarios de un grupo, evitando así que éste degenere convirtiéndose en secta. De ahí también el hecho de que ciertas noticias sensacionalistas que en los medios de comunicación han tendido a relacionar a algunos institutos católicos o denominaciones protestantes, cuyos pastores han llevado una vida nada edificante, con sectas no pasen de ser informaciones asentadas en la falta de conocimiento profundo del tema. En el seno de una iglesia, de un partido, de una empresa, pueden darse comportamientos sectarios, pero esto no implica que la entidad sea una secta; al igual que en una democracia puede darse excepcional y puntualmente la tortura, pero esto no implica que sea una dictadura.

La calificación de secta va mucho más allá del encuadramiento de ciertos comportamientos como sectarios. De ahí la peligrosidad de estos grupos, que pasan a convertir en habitual los abusos que en otros son sólo excepcionales. La secta, por propia definición, no cambia ni altera su sustancia con el paso del tiempo, pero sí es muy puntillosa en la presentación de su imagen. De ahí que, en repetidas ocasiones, el autor de estas líneas haya hablado de una evolución externa de la secta, que acontece en diversas fases.

En la primera fase, de crecimiento, la secta nace, como veremos en el capítulo siguiente, al amor de una serie de avatares sociales, generalmente relacionados con los Estados Unidos y con la angustia y frustraciones de su población. De ahí que la secta ofrezca un contenido mesianista, milenarista u orientalista, según la época de su nacimiento.

En la segunda fase, de consolidación, la secta se entrega a una serie de excesos encaminados a aumentar su fuerza política o económica sea como sea. Suele ser ésta una fase muy ligada al escándalo (fracaso de anuncios del fin del mundo, revelaciones sobre la vida privada de sus fundadores, etc.) y, ocasionalmente, a la irregularidad financiera. Frecuentemente también se utiliza alguna forma de violencia.

La tercera fase, de lavado de cara, es aquella en que la secta cuenta con cierto poder y extensión, y por ello busca ofrecer una imagen más presentable al exterior. No hay que engañarse, la secta sigue siendo la misma, pero ahora tiene unas pretensiones primordiales de respetabilidad que la permitan asociarse en la mente de la gente corriente con una iglesia o un movimiento filosófico más. Por regla general, en este período es cuando se produce un crecimiento numérico mayor. Sólo los mormones pueden pretender con justicia haber llegado a él. En el próximo capítulo analizaremos más concretamente su evolución histórica, así como la de los grupos sectarios de más influjo en nuestro país. No haremos mención de aquellos (el reverendo Ike, Arica, la Fundación A´lamo) que, de momento, no han traspasado las fronteras de Estados Unidos, no pareciendo por ello susceptibles de aparecer dentro de poco en nuestra patria.

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La secta o el lugar donde se satisfacen las necesidades

Introducción

Contra la tesis de que una persona entra mayoritariamente en una secta por el especial dominio que ésta tiene de las técnicas de lavado de cerebro, deseamos plantear la antítesis de que en realidad la mayoría de los miembros de la secta entran en la misma en busca, consciente o inconsciente, de la satisfacción de una serie de necesidades personales de no poca importancia, a las que dividiremos convencionalmente en dos grupos: necesidades legítimas e ilegítimas.

Contra lo que pueda pensarse, la persona que entra en la secta (aduciremos suficientes testimonios en favor de esta tesis) no lo hace en buen número de casos bajo el efecto de una presión mental considerable, sino que ésta, en todo caso, ayuda a liberar y dejar rienda suelta a multitud de deseos del sujeto en cuestión. Si uno entra en una secta lo hace, por supuesto, porque ésta existe. Nos tememos, además, que rara vez verá satisfechas sus esperanzas y que, en cualquier caso, el coste será impresionante; pero la razón última y esencial de su entrada habrá que buscarla en él y en su entorno. No queremos caer con esto en un determinismo fácil, pero la libertad humana juega un papel importante en la decisión del sujeto, y éste suele optar por la secta con bastante libertad, la misma libertad que perderá en el seno de aquélla.

Las necesidades legítimas. ¿Cuáles son esas necesidades que la secta presuntamente satisface en la mente del futuro adepto? ¿Qué lleva a esa persona a hipotecar su vida, su familia, su trabajo y su peculio? Creemos que es justo señalar que existen un buen número de necesidades cuya satisfacción se busca en la secta, que no tienen en absoluto una connotación negativa. Aún más, estas necesidades podemos decir que estas necesidades son compartidas por la inmensa y aplastante mayoría de los seres humanos y que es lógico que así sea porque no tienen ningún tipo de connotación negativa en sí mismas.

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1. La necesidad de amor.

La primera de las necesidades legítimas podríamos denominarla con el apelativo genérico de "necesidad de amor". Todos deseamos amor y, más si cabe, que nos amen. Esta necesidad es algo tan palpable que parece claro que nadie puede amar si antes no ha recibido manifestaciones de amor. Cobran aquí un especial sentido las palabras de la primera epístola de san Juan 4,16: "Hemos conocido lo que es el amor en esto: en que él entregó su vida por nosotros. Por lo tanto, también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos". Si podemos amar (en este caso de la manera más alta) es porque antes hemos recibido esa clase de amor. Si previamente no ha llegado ha nosotros ese de amor, nunca podremos darlo a otros.

Un fenómeno muy similar es el que vive nuestra sociedad. Sus miembros pueden amar en la medida en que han recibido con anterioridad ese amor. (¿Estará, aunque sea en parte, la explicación del aumento de la delincuencia y la violencia en esa reducción del tiempo pasado por los hijos en compañía de sus padres?)

A la vez, junto a este fenómeno, aparece otro: el de la persona que, siendo consciente de lo limitado que es el amor que recibe, ansía recibir más. Que este factor tiene una importancia especial en el hecho de entrar en una secta, nos parece fuera de duda.

Un caso concreto puede ilustrar este principio a la perfección. Llamaremos al muchacho protagonista Latino.

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De haber encontrado afecto en otro lugar, ¿hubiera engrosado Latino las filas de los Niños de Dios? Nos tememos que no.
Tomemos otro caso paradigmático. En este caso se trata de una muchacha. La llamaremos Marga.

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¿Hubiera Marga entrado en esta secta de encontrar el amor, un amor puro, en otra parte? De nuevo tenemos que señalar que no.

Citemos, para concluir, un caso más; éste resulta más trágico, ya que su protagonista no se ha visto libre de la secta en la que milita hoy en día con un fervor renovado, pese a que durante un tiempo estuvo apartado de ella. Le llamaremos para identificarlo Jorge.

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¿Hubiera entrado en la secta de haberlo hallado fuera? A riesgo de ser machacones, debemos insistir en que no lo creemos así. Aún más: tampoco lo creen las sectas, y buena prueba de ello es la manera en que insisten en que ese amor sólo se encuentra en su seno, en contraposición con el comportamiento del resto del mundo. Que saben vender bien el producto se nota en el recuerdo que Latino guarda de los Niños de Dios, o en la manera en que Jorge ha permanecido en su secta actual. Este recuerdo, en muchos casos, ni siquiera lo borra el haber llegado a la conclusión de que el fundamento doctrinal de la secta es vulnerablemente frágil; éste es el caso de un matrimonio al que denominaremos Serafín y Celia.

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Quizá esto debería servir para mostrarnos por qué en las sectas entran miembros de dos sectores sociales que, a primera vista, no parecen encajar entre la gente de inquietudes trascendentales. Nos estamos refiriendo a las amas de casa de una edad cercana a los cuarenta años o superior y los hombres, incluso con un grado no pequeño de instrucción, que van de los treinta a los cuarenta y pocos años. Volveremos a hablar de estos dos grupos, pero ahora vamos a centrarnos en la manera en que se relacionan con la necesidad de afecto.

Ambos grupos conllevan una cantidad considerable de alienación de su existencia. El primero está formado por mujeres cuyos hijos, ya mayores, no las necesitan (eso si no se encuentran incursos en circunstancias peores, como el delito o la droga) y cuyos maridos las consideran en buen número de casos con un valor no muy superior al de un objeto. El segundo lo constituyen hombres cuyo rol ha variado peligrosamente (al menos, para ellos) en los últimos años. Ya no son el rey de la casa, la mujer puede independizarse de ellos y no disfrutan ni del respeto ni de la obediencia que gozaron sus padres en el seno de la familia. Admitimos que este retrato-robot es susceptible de matizaciones y, además, registra importantes variantes. En cualquier caso, reúne a un buen número de personas que necesitan amor y que no sienten que lo estén encontrando en su entorno. Que lo buscan en las sectas es un hecho irrebatible.

¿Significa esto que forzosamente una persona necesitada de amor lo buscará en una secta? Creemos que la respuesta es negativa y, como tendremos ocasión de ver, las causas de entrada en una secta suelen ser varias y no una sola. Significa más bien que una persona que necesita amor, si además se dan otros condicionantes, corre riesgos de ser presa de un secta.

2. La necesidad de identidad.

Con el curso de los años, he podido comprobar que uno de los elementos que provocan mayor tensión entre los adeptos de una secta y sus familiares es la identidad distintiva de la misma. Ya hemos hecho referencia en la primera parte de esta obra al hecho de que la identidad distintiva de una secta es uno de los factores mejor aprovechados por los dirigentes de la misma para esclavizar a sus adeptos y separarlos del entorno. Resulta fácil identificar a un adventista del Séptimo Día cuando se le invita a comer, a un mormón por su aspecto exterior o a un testigo de Jehová por su negativa rotunda a aceptar transfusiones de sangre.

Tales aspectos nos parecen ridículos, chocantes y, para las familias, insisto, suelen ser un auténtico calvario, porque además superan, en buena medida, el sentido común. ¿Realmente creen los adventistas que se es más cristiano por no comer marisco o por entrenarse en campamentos para la supervivencia en las vísperas del fin del mundo? ¿Qué clase de Dios es el de los testigos de la Watchtower, que prefiere que muera un ser humano a que le proporcionen una transfusión de sangre, y a la vez promete el paraíso a sus fieles por vender la "Atalaya" casa por casa? Cuando a esto se añaden cambios en el atuendo (la ropa color azafrán de los Hare Krishna, por citar un ejemplo), el estado de malestar que genera el adepto puede llegar a límites insospechados. Honestamente hablando, hay que reconocer que no es para menos. Pronto el adepto intentará hacer proselitismo de sus hábitos en su familia. Comentará horrorizado, si es Hare Krishna, que no comprende cómo su familia puede comer cadáveres, algo que a él su dieta vegetariana no le permite. Dará la paliza, y perdónesenos la expresión, a los amigos uy familiares, porque no han comprendido que la dieta de la señora Ellen White es lo mejor que puede existir para el organismo. Se subirá casi materialmente por las paredes si ante su presencia se consume café, té o una copita de anís, viendo en ello un claro desprecio de las enseñanzas de José Smith.

Sin embargo, todos estos elementos, que se nos pueden antojar folclóricos y hasta graciosos, no deberían hacernos olvidar que en ellos subyace una de las causas más poderosas para que una persona entre en una secta: el deseo de identidad.

Vivimos en una sociedad absolutamente masificada y anónima, por más que ambas realidades suenen a tópico. Cuando la mayoría de la gente viste, come y, nos atreveríamos a decir, vegeta de la misma manera, las sectas ofrecen una sutil (o descarada, según se mire) forma de disfrutar de una identidad que es diferente a la de la mayoría.

Debemos ser lo suficientemente inteligentes para no caer en el garlito: dentro de la secta se es un número más, pero ahora hay un contrapunto de referencia, la sociedad que es distinta.

Hasta qué punto el adepto disfruta de esto puede verse por su interés en mostrar la diferenciación. A la puerta de la casa han llamado los miembros de una conocida secta. El ama de casa que los abre ni desea atenderlos ni puede permitírselo. Está preparando la comida, llora un hijo pequeño en la cuna, el marido y los niños están al llegar. Lo más cortésmente posible se lo hace saber a las personas que en el umbral intentan venderle unas revistas; éstas o no escuchan o no entienden, ya que siguen insistiendo. El forcejeo sigue unos minutos y, finalmente, el ama de casa les da un portazo, no sin antes echarles en cara su falta de educación. Pues bien, tal hecho sólo ha servido para fortalecer más la identidad del sectario. Por ser ellos quienes son (los únicos que van casa por casa llevando el mensaje de salvación) se les trata así. El que debieran mostrar un poco más de delicadeza con la gente ni siquiera se les pasa por la cabeza.

Por otro lado, hay que reconocer que el etiquetado que la secta proporciona al adepto es generalmente muy burdo: unas normas dietéticas, algo de pseudo-medicina, media docena de palabras en alguna lengua no accesible a la inmensa mayoría de sus oyentes (griego, hebreo, sánscrito o spangles) y un atuendo típico. No se puede pedir más por menos, aunque habría que decir mejor que no se puede dar más (a la secta) para recibir menos (de la secta).

Constantino es un joven de especial inteligencia. Agudo, avispado, de considerable memoria, buen estudiante. Cuesta adivinar por qué ha entrado en los Testigos de Jehová. Pero entre las razones se halla, sin ningún tipo de paliativos, la búsqueda de una identidad diferenciada que su entorno no le proporciona. Bien que no se esfuerza el muchacho: estudia más, trabaja más, hasta se podría decir que sabe más que la mayoría de sus compañeros de instituto..., pero eso no le proporciona una identidad diferenciada. Es lo que todos esperan que sea, empezando por su familia. Cuando entre en los Testigos de Jehová poseerá una identidad que no puede ser más distinta a la de sus compañeros, tanto más cuanto que cursa estudios en un instituto que depende de una orden religiosa.

Hemos hablado antes de Latino, nuestro joven que un día entró en los Niños de Dios. Su escritura muestra que necesita ferozmente contar con una personalidad diferente, distinta a la que tienen los demás. La secta le ha ayudado a esto.

Pero no podemos censurar a ninguno de estos adeptos por buscar ser distintos, sobre todo si, como es el caso de buen número de ellos, resultan estar atravesando la adolescencia. Viven en una sociedad tan interesada desde sus más altas instancias porque todo sea igual de gris y aborregado, que algo de razón no les falta cuando buscan su identidad con ahínco. Por ello, creo que nadie nos negará que nos encontramos ante una necesidad legítima, una necesidad que, por otra parte, es general a todo ser humano: ser él mismo y no quien le impongan, adquirir un mínimo de puntos de referencia sobre sí mismo y lo que significa en relación con la humanidad de la que forma parte. Hasta aquí todos estamos de acuerdo. Lo grave es que han acudido para ello a un lugar equivocado. Lo terrible es que, muy posiblemente, nunca llegue a darse cuenta de que cuando pensaba estar consiguiendo una identidad , en realidad lo único que conseguía era disolver la propia en medio de la masa de adeptos.

El que esta identidad resulte, no obstante, tan cargada de sugestividad es algo que intentaremos explicar; pero será en la parte siguiente del libro, cuando nos ocupemos de otro tipo de necesidades diferentes, no tan ligadas a lo legítimo que hay en el ser humano "per se".

3. La necesidad de ser útil.

No todas las necesidades están tan centradas en el sujeto como las que hemos podido contemplar en los dos capítulos anteriores. Parece lógico que una persona desee ser amada; pero inmediatamente nos asalta la sensación de que debe de tratarse de una persona no excesivamente rica cuando no piensa también en amar al prójimo, cuando no desea dejar de ser sólo objeto pasivo del amor para convertirse en sujeto activo. También siente uno cierto identificación con la persona que anhela encontrar una identidad personal; pero, una vez más, surge en nosotros una cierta sensación de que algo queda incompleto si tal deseo, por legítimo que sea, no va ligado al de perder algo del amor a la propia identidad para comprender la de otros y amarlos con ella o a pesar de ella.

Esta limitación que señalamos en el campo de las necesidades anteriores no aparece tan claramente en la que va a ocuparnos en las siguientes páginas. Me refiero a la necesidad de ser útil. Suena esto un tanto trasnochado en una sociedad donde el más feroz individualismo va convirtiéndose en moneda de cambio común para todo tipo de transacciones personales. ¿Por qué debería uno anhelar ser útil cuando lo más corriente es pensar en aquello de la sociedad y nuestro prójimo que nos pueda resultar útil?

Sin embargo, tal sentimiento idealista, sanamente idealista en buen número de casos, se encuentra inserto entre las motivaciones por las que una persona puede entrar en una secta; ésta proporciona un terreno en el que el adepto puede ejercer su necesidad de ser útil.

El panorama resultaría perfecto si efectivamente la persona fuera útil a algo o alguien que no fuera única y exclusivamente la secta. Pensemos en los jóvenes Hare Krishna que, provistos de sendas pelucas (para que no se perciba su cráneo afeitado, claro está), piden por las calles con el pretexto de que venden o regalan objetos de un valor muy inferior. Realizan sin duda una labor admirable, porque implica una jornada de trabajo prolongada con una base alimenticia que da la impresión de ser insuficiente a todas luces, y una jornada de sueño muy magra. Esta imagen se viene abajo cuando se comprende que tal esfuerzo no tiene como causa la mejora de las condiciones de vida de la humanidad, paz del mundo o su salvación espiritual. Se trata, única y exclusivamente, de conseguir fondos para la secta, empleando incluso la mentira o el fingimiento.

¿Sucede algo [distinto] con otras sectas? Mucho nos tememos que no. Los sufridos Testigos de Jehová, que patean escalera tras escalera y llaman puerta tras puerta para vender ("colocar" en la jerga de la secta) las publicaciones de la Watchtower, quizá piensen que con ello están proclamando el reino de Jehová, como pomposamente indican sus dirigentes; pero la realidad es muy otra. Se dedican, dicho lisa y llanamente, a servir de trabajadores, desprovistos de salario y seguridad social, a una multinacional que, históricamente, no ha manifestado especial preocupación por sus adeptos.

Los pobres Adventistas del Séptimo Día, que se ven implicados en las campañas que organiza la secta supuestamente para dejar de fumar y en la práctica para captar nuevos adeptos, actúan de buena fe en su mayor parte. Aún más, dado que el tabaco perjudica seriamente la salud, hasta da la impresión de que tras esta labor se oculta una auténtica preocupación social. Es sólo una mera impresión.

El adepto que entró en la secta de buena fe, buscando quizá cómo ayudar al prójimo, se ve inmediatamente separado de todo aquello que quizá sí que le convertía en alguien útil para la sociedad. Su familia, por regla general y salvo que hayan sido captados también, recibirá menos tiempo y atención, su trabajo dejará de ser algo importante, se verá desvinculado de cualquier sindicato, partido político, asociación cultural o deportiva a la que pudiera pertenecer. En muy poco tiempo el adepto será muy útil, de ello no cabe duda; pero para sus nuevos capataces.

Maravilla pensar lo que la sociedad podría recibir de los adeptos de las sectas si la energía, el tiempo y el dinero que les cuesta mantener a una multinacional lo dedicaran al bien común. Cuántos enfermos recibirían consuelo, en vez de la espantosa soledad de los hospitales, si los millares de Testigos de Jehová de nuestro país se dedicaran a visitarlos y a charlar con ellos, aliviando en la medida de lo posible su sufrimiento, en lugar de dedicarse a propagar las publicaciones de la Watchtower y sus peregrinas doctrinas; cuántos necesitados se verían socorridos si el diezmo (que luego es mucho más) de los adventistas, en lugar de engrosar las arcas de la secta y servir de carne de quiebra en asuntos tan turbios como el Davenport, se dedicaran a socorrer a necesitados reales que tienen problemas más angustiosos en esta vida que dejar de fumar; cuántos proyectos para el desarrollo que no cuentan con brazos para llevarlos a cabo podrían emprenderse si los jóvenes mormones dieran un año de vida en el extranjero a los mismos; cuánto más se vería reducido el comunismo en el mundo si la multinacional de reverendo Moon se dedicara, en lugar de a hacer, o pretender hacer, política de altos vuelos, a alimentar a los necesitados de países que ahora se ven expoliados por algunos de sus proyectos económicos. Y esto lo decimos sólo por hablar del ámbito de lo meramente material, de lo estrictamente social, que podría entender un ateo que negara cabezona y empecinadamente la existencia de Dios y no se limitara a ese pasotismo tan fácil que algunos, a la ligera, denominan "agnosticismo". Si entramos en el terreno espiritual, mucho nos tememos que el tema rebasará lo reducido de esta obra.

Es lógico admitir un hermoso idealismo en todo aquel que desee servir a los demás; pero aquí sobre todo es donde se percibe la triste manipulación a que someten las sectas a los adeptos. Cuando uno considera a las pobres adeptas de los Niños de Dios, que se prostituyen pensando servir a Dios convertidas en hieródulas redivivas y que luego entregan a sus hijos para traficar con ellos, sólo se está recordando algo especialmente escandaloso, pero que no es en absoluto una excepción dentro del sistema de explotación que practican las diversas sectas.

Sólo desearía citar un ejemplo más antes de concluir este capítulo. Hace aproximadamente un año, entró en contacto conmigo el asesor legal de una secta a la que no me había referido, no de manera especial por otra parte, en diversos medios de comunicación. Baste señalar que es una de las contempladas en este libro. Pretendía que yo hablara con el nuevo presidente de la misma en España para resolver lo que él consideraba que eran malentendidos por mi parte.

A regañadientes acepté y durante un par de horas departí con ambos adeptos sobre las presuntas irregularidades de la secta en España. Su presidente no me negó ninguna; es más, manifestó una sinceridad y llaneza que no estaba presente, por el contrario, en el asesor legal.

Cuando me despedí de ambos sentía un claro mal sabor de boca. El presidente de aquella secta me había dado la impresión de ser una persona incapaz de decir una mentira o defraudar un duro de sus impuestos de Hacienda pública; pero tratándose de la secta, de ser útil a la misma, su moral se relajaba hasta extremos que omito por cortesía y por vergüenza. Aquel hombre había dejado un día su trabajo para entregarse "full time" a la secta, y creo que sus razones eran buenas e idealistas. Pero de algo tan bello y tan puro se había valido, sin el menor reparo, la secta a la que pertenecía. Quizá no siempre los adeptos delas sectas son individuos tan personalmente pulcros; pero mentiría si dijera que aquel no me lo pareció, y aquello me apenó aún más.

Si el adepto llega a ser consciente un día de esto, ¿quién podrá recompensarle por todo lo que la secta le estafó, por su buena fe mal empleada, por la manera desconsiderada en que le convirtieron en una ruedecilla más de todo el sórdido engranaje?

4. La necesidad de amistad y consuelo

En el hecho de que una persona entre en una secta, no menos que los factores anteriores, influye la necesidad de recibir consuelo. No creemos estar descubriendo nada cuando afirmamos que esta vida nos depara infinidad de ocasiones en que necesitamos alguien que nos escuche, una voz amiga que nos aliente o una mano que se nos tienda en señal de apoyo y ayuda.

En una sociedad como la madrileña, donde oficialmente un 10 por 100 de la población necesita asistencia psiquiátrica directa y otro 50 por 100 más experimenta algún tipo de desarreglo emocional que va desde la depresión a la neurosis, no es de extrañar que las sectas cuenten con especial predicamento por lo que aparentemente ofrecen de consuelo. Y no nos llamemos a engaño. El problema no que da circunscrito a la gran ciudad.

Jaime se sentía deprimido y lleno de dolor.

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Manolo es otro ejemplo especialmente paradigmático.

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Tomemos otro ejemplo. Se trata de Melinda.

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Una forma de ayuda y consuelo muy especial es la que necesitan las personas relacionadas con el mundo de las toxicomanías. El crecimiento (por no decir surgimiento) de este problema en nuestro país durante los últimos quince años ha tomado desprevenida a la sociedad española en su conjunto. Aun hoy en día no existe una respuesta pública que resulte eficaz contra este problema, y las privadas (en buena medida relacionadas con proyectos de origen religioso), aunque mucho más efectivas, no pueden (bien lo desearían) extender su radio de acción mucho más allá de donde lo hacen en la actualidad.

Esta dramática circunstancia ha tenido una influencia considerable no sólo en el crecimiento de sectas ya existentes, sino en la creación de nuevas de alcance y origen nacionales. Basta leer el informe IJZYS de 1988 sobre comunidades de rehabilitación en este país para obtener una visión panorámica de esta desesperante situación. Si un toxicómano o sus familiares desean hallar un centro de rehabilitación para librarse de su drogadicción, tiene de tres a cuatro posibilidades entre cinco de ir a dar con sus huesos a un centro recogido por una secta. En algunas provincias el porcentaje es aún mayor.

De nuevo pensamos que un caso real puede mostrar lo que esto significa. La llamaremos Juani.

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El autor de estas líneas se resiste a narrar el cuadro de violencias, de humillaciones, de degradaciones, que esta joven ha experimentado allí dentro. Le repugna tener que decir que cada domingo en la secta se practican supuestos exorcismos, donde la gente es obligada a vomitar para arrojar los demonios que lleva en su interior; le repugna haber averiguado que la secta cambia su rostro en relación con la fuente de la que piensa obtener fondos; le repugna aún más el hecho de que la secta reciba subvenciones de la administración y que, incluida dentro de la FEREDE (Federación de Entidades religiosas evangélicas de España), que lidera el pastor bautista José Cardona, pueda llegar a ser, el día de mañana, una entidad religiosa con un trato de privilegio merced a unos acuerdos suscritos con el Estado.

Si en el caso de otros adeptos a sectas existen, unidas a las necesidades legítimas, otras que no lo son tanto y que estudiaremos en el próximo apartado de nuestro libro, tal circunstancia no suele estar presente en aquellas personas que buscaron en la secta una rehabilitación de su toxicomanía. De manera patéticamente trágica, estos infelices, cuyas familias buscan una salida, se ven sometidos a otra dramática esclavitud. He señalado en otra obra cómo el origen de tan diabólica obra pudiera encontrarse históricamente en los cursillos para dejar de fumar patrocinados por los adventistas. Su final sólo podrá venir cuando exista misericordia (la misma que animó en el pasado a Calasanz o al señor de la Salle) para abrirse a este mundo de la droga sin deseo de espectacularidad y con amor efectivo. Pero ése es ya otro problema.

5. La necesidad de respuesta ante interrogantes trascendentales.

Quien haya seguido hasta aquí esta obra quizá se pregunte cómo es posible que en la entrada en una secta no pese la búsqueda de respuesta a las preguntas clásicas de la filosofía: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? También puede que muestre su estupor porque los adeptos ponen un énfasis especial en asegurar que lo que les ofrece casi en primer lugar la secta es una verdad que se convierte en clave de sus existencias.

Es común que los Testigos de Jehová denominen a su estancia en la secta como "el tiempo que llevan en la verdad" o "el tiempo que hace que conocen la verdad". Podemos señalar paralelos de esto en los mooníes, los adventistas, los mormones, los adeptos de Dianética y de los grupos orientalistas. No hace falta decir que lo mismo es cierto de los gnósticos. ¿No constituye un peligroso olvido el no hacer referencia a la inquietud que provoca la ausencia de respuesta a problemas trascendentales?

La respuesta al respecto debe ser extraordinariamente matizada. Si decimos que este tipo de inquietud no es el factor más importante ni esencial a la hora de ser captado por una secta, seguramente acertaríamos; pero si negáramos tal influencia, estaríamos faltando a la verdad objetiva.

Hemos hablado antes de Constantino. En él pesó de manera clara la búsqueda de una respuesta a interrogantes vitales. Ya hemos hecho referencia a la circunstancia de que cursó estudios en un colegio religioso. Aún ahora, a varias décadas de ello, lo comenta con cariño y agradecimiento. Seamos justos: cuanto más tiempo pasa con mayor gratitud parece evocar a la orden religiosa que regentaba el instituto. Aunque salido del catolicismo practicante, de él conserva una serie de preocupaciones que marcarán su vida. Quizá esto influye en el aprecio que ahora profesa más que nunca a los sacerdotes de su antiguo colegio. Pero sobre todo ha dejado una huella clara en los interrogantes vitales que marcarán su vida: la búsqueda de la verdad, la relación estrecha con Dios, la obtención de la salvación.

Todo ello va a marcar su vida de un deseo de trascendencia y de un anhelo por encontrar respuestas a interrogantes existenciales. Resulta patéticamente trágico que, durante un cierto período de su vida, haya creído que tal respuesta la hallaría en los Testigos de Jehová.

Parece que en él influyó de manera muy decisiva la creencia en que efectivamente el fin del mundo estaba cerca. Era justo unos años antes del gran fracaso que en 1975 experimentó la Watchtower. Durante años recorrerá a pie una distancia considerable desde su casa al Salón del Reino para asistir a las reuniones de los Testigos de Jehová.

Al salir del instituto irá a predicar casa por casa. A veces tiene que explicar a su madre (que no ve con gusto aquella actitud de su hijo) por qué llega con barro hasta las rodillas o empapado de agua. No puede decirle que los "territorios" que le dan para predicar no tienen asfaltado y que cuando llueve están intransitables. Con todo y con eso, cree tener las respuestas para las cuestiones más trascendentales de la vida y con ello tiene bastante. Aquella inquietud espiritual que le ha torturado durante los dos o tres años anteriores a conocer a los Testigos de Jehová parece haber desaparecido.

Manolo es un caso parecido. Junto al consuelo que necesitaba por su madre, también le resulta sugerente la enseñanza de los adventistas sobre el fin del mundo. Quizá aquello podría explicar muchas cosas que no ve claras.

Tanto Manolo como Constantino reconocen que, en una primera época, les parecieron ridículas algunas de las enseñanzas de las sectas de las que fueron adeptos, pero sintieron que no había otro camino de salida. Bajo el fácil señuelo de que estaban aprendiendo lo que "verdaderamente" enseñaba la Biblia, no se molestaron siquiera en examinar si lo que decía la Iglesia católica tenía una base en las Escrituras. Constantino recuerda incluso que su madre le enseñó en una revista del padre Salvador Muñoz Iglesias en la revista Blanco y Negro en la que hablaba de cursos bíblicos. La mujer pretendía que su hijo examinara lo que había en la Iglesia donde había nacido antes de abandonarla en favor de una secta nacida en Estados Unidos. Constantino no se tomó la más mínima molestia por hacerlo. Tampoco Manolo.

Ellos buscaban y encontraron; pero ¿mereció la pena lo que hallaron? Ambos, curiosamente estudiando la Biblia y no las publicaciones de la secta, dejarán los Testigos de Jehová y los Adventistas del Sétimo Día al cabo de unos años. Aún hoy no terminan de comprender cómo pudieron estar tan ciegos como para caer en las redes de sectas cuyas doctrinas no sólo se oponen a lo enseñado por todo el cristianismo siempre y en todo lugar, sino que los explotaron malevosamente.

Por desgracia, no todos los adeptos han tenido la suerte de Manolo o de Constantino..., bien se ocupan de ello las sectas. Permítasenos mostrar tres ejemplos de lo que ahora acabamos de formular en relación con las tres sectas de mayor extensión en España (que también lo son en el resto del mundo). Estos tres ejemplos, como todos los incluidos en esta obra, son rigurosamente reales.

En primer lugar hablemos de Roberto.

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Andrés de Diego entró siendo joven en los Adventistas del Séptimo Día.

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El último caso es el de Paula.

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Sí, las sectas cobran muy caro el consuelo que pueden otorgar a una persona. En ocasiones se quedan con el tiempo, la vida y el cuerpo del adepto, pero incluso si consiguen abandonar la secta, ésta seguirá manteniendo sus cadenas a distancia. Por años aún temerán haberse equivocado y temerán que Ellen White (o la Watchtower, o Joseph Smith, o Ronald Hubbard, o Moon, o...) haya tenido razón y que ellos acaben pagando su apostasía con la condena eterna. Algunos incluso regresarán en un momento de crítica debilidad, y entonces el proceso volverá a iniciarse. La secta no les dio consuelo y, si puede, no les concederá reposo alguno hasta el día de su muerte (por desgracia, a veces, ni entonces).

Hay otro elemento en el que merece la pena que nos detengamos, y es el relativo al tipo de respuestas que proporcionan las sectas. Aparentemente, éstas no pueden ser más distintas. Cuesta ver qué pueden tener en común las tesis de los Hare Krishna con las de los adventistas y las de los mooníes con las de los Testigos de Jehová. Quisiera insistir en que externamente esto es cierto. No obstante, creo que hay una serie de denominadores comunes que caracterizan las respuestas a aspectos trascendentales que proporcionan las sectas. A ello vamos a dedicar las líneas siguientes.

El primer elemento es la negación de un destino escatológico de castigo ultraterreno. Dicho en otras palabras: la secta, por sistema, no cree en el infierno. Reconozcamos que el mencionado tema no es uno de los más populares entre los predicadores y teólogos actuales; reconozcamos también que es un asunto espinoso teológicamente y que hoy en día produce un cierto pudor referirse a él. Pero no neguemos la evidencia de que la enseñanza de un castigo eterno ultraterreno aparece en el judaísmo talmúdico, en el islamismo y en el cristianismo derivado del Nuevo Testamento y de la patrística.

Tal convicción, que obliga (aunque sólo sea por cierto temor) al planteamiento de preguntas trascendentales, es negada de plano por las sectas y sustituida por respuestas diversas: en los adventistas y los Testigos de Jehová nos encontramos con el aniquilacionismo; en los mormones y los mooníes, con un estado etéreo post mortem que es diferente, desde luego, del infierno; en las sectas orientalistas aparece el concepto de reencarnación; en otras (como la Cienciología) el destino del hombre queda difuminado convenientemente. Veremos con posterioridad que esta coincidencia no deja de tener su razón de ser.

En segundo lugar, se produce una tergiversación del concepto de revelación, introduciendo factores propios de las sectas. La revelación de Dios para los mormones es algo más ligado a las obras de Joseph Smith que a la Biblia; lo mismo sucede con los adventistas, donde los escritos de la señora White reciben la categoría de obras inspiradas por Dios. En cuanto a los Testigos de Jehová, resulta obvio que lo que aparece en la Atalaya y el Despertad tiene carácter dogmático, aunque no se le reconozca formalmente el mismo; y lo propio podría decirse de los escritos de Moon o Hubbard.

Se ha producido con esto un cambio radical en el concepto de aquello a lo que puede acudir el hombre para encontrar respuestas a sus inquietudes espirituales más íntimas. Con ello se abre paso a la idea de una nueva revelación, cuyo origen en la mayoría de los casos apenas supera al siglo en lo que a existencia se refiere.

En tercer lugar, la respuesta teológico-filosófica de las sectas pasa por un intento claro de reescribir la historia en un empeño inteligente por cambiar la realidad de las cosas. Por un lado, se hace "tabula rasa" de lo que ha sido el cristianismo de los últimos diecinueve siglos y, por otro, se relee de manera falsa. Mormones, Adventistas y Testigos de Jehová son ejemplo de esta actitud. Que sus descripciones son disparatadas y carentes de base histórica es cierto, pero no por ello las tres sectas se han apartado de promoverlas e inculcarlas a sus adeptos. Lógicamente, en esta (per)versión histórica el papel de gran villano del cristianismo le corresponde a la Iglesia católica y, de manera secundaria, a las Iglesias protestantes.

Tal manera de reescribir la historia no está sólo presente en las sectas pseudocristianas. Es algo que acontece igualmente en las demás. Para la Iglesia de Unificación, por ejemplo, el general McArthur tiene un papel providencialmente divino al dirigir las tropas aliadas durante la guerra de Corea; para los Hare Krishna se produce la aceptación de una serie de mitos ahistóricos relacionados con la India; para los seguidores de Hubbard la nueva historia pende de lo contenido en las novelas de ciencia-ficción (no consideradas así por los adeptos) salidas de la pluma del fundador de la Dianética. Podríamos multiplicar los ejemplos.

En cuarto lugar, la secta presenta un análisis antropológico absolutamente distinto. Quisiéramos señalar, sin ánimo de adentrarnos más en el tema, que buena parte de los conflictos del cristianismo con otras ideologías se encuentran ligados a controversias antropológicas. Es obvio que el marxismo, el freudianismo, el darwinismo y otros "ismos" cuentan con una antropología propia y que, en buena parte, su choque con el cristianismo se deriva de que esa antropología es peligrosamente reduccionista y, por ello, obliga a examinar la problemática humana desde una perspectiva muy diferente. Una persona no se enfrentará igual con su existencia si piensa que es una criatura de Dios que si profesa ser fruto del azar evolutivo. No encarará los problemas derivados de la responsabilidad moral de la misma manera si pretende que es sólo fruto del determinismo biológico que si es consciente de su libre albedrío. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero creemos que estos bastan para ilustrar nuestra tesis.

La secta necesita dar una imagen antropológica diferente si desea dar respuestas diferentes. Para adventistas y Testigos de Jehová el hombre no posee un alma inmortal, sino que es semejante antropológicamente a los animales. Para los mormones el hombre es un dios encarnado. Para las religiones orientales se trata de un alma presta a encarnarse en cualquier ser.

En quinto lugar, la secta tiene un interés especial por relativizar la persona de Jesús el Mesías. Guste o no reconocerlo, lo cierto es que la figura de Jesús tiene un peso incomparable en la historia universal. Tanto es así que se convierte en obligado punto de referencia (a favor o en contra) de cualquier ideología con pretensiones de absolutismo. Esta realidad es reconocida indirectamente por las sectas en la forma en que refieren su mensaje a Jesús.

Por un lado, nos hallamos ante aquellas en las que la figura de Jesús es objeto de un cierto reconocimiento, pero alterando su obra y personalidad. Ya sólo el tema de la cristología de las sectas sería digno de un estudio aparte, pero creemos que, aunque brevemente, se pueden señalar algunos ejemplos que apoyan nuestro punto de vista. Para los Testigos de Jehová, por ejemplo, Cristo no es la segunda persona de la Trinidad, sino "la primera creación de Dios", "inferior a Dios", "el arcángel Miguel" y "un dios". Para los mormones no sólo queda alterada la figura de Jesús, sino que, además, se modifica su historia, puesto que no ascendió a los cielos sin antes visitar América y dejar allí constancia de su revelación especial para aquel continente. Para lo mooníes, Cristo tampoco puede ser la segunda persona de la Trinidad (una doctrina en la que tampoco creen) y, además, señalan con clara convicción que Jesús fracasó en su misión mesiánica precisamente porque no recibió el apoyo de Juan el Bautista. La humanidad descansa en la esperanza de que el nuevo mesías, Sun Myung Moon, llegue a triunfar donde fracasó Cristo. Aparentemente, los adventistas mantienen un punto de vista acerca de Cristo que se podría calificar de ortodoxo. Afirmar eso sería, sin embargo, una superficialidad. Lo cierto es que, por un lado, los adventistas relativizan la revelación de Cristo al añadirle la de Ellen White, "segunda Juan el Bautista", y, por otro, dejan en entredicho el valor redentor de la obra de la cruz al insistir en que la redención de Cristo se produce en tres fases (las dos últimas, por supuesto, en conexión con la secta).

Por otro lado, tendríamos que mencionar aquellas sectas en las que Cristo aparece bien como un profeta o gurú o maestro anterior al verdadero profeta, gurú o maestro; o bien se intenta conscientemente eliminarlo de cualquier referencia, incluso aunque esto sea a costa de calumniar esporádicamente al cristianismo. En el primer grupo podemos señalar a la inmensa mayoría de grupos gnósticos y en el segundo a las sectas orientalistas, incluyendo entre ellas a Rajneesh.

Si deseamos ser honestos habremos de reconocer que existen claros puntos de similitud en las respuestas proporcionadas por las sectas, y esto queda aún más claro en lo que considero su sexta característica a la hora de ofrecer respuestas a preguntas trascendentales. Me estoy refiriendo a su ampulosa superficialidad.

En los estudios realizados en Estados Unidos es común referirse a las respuestas ideológicas de las sectas como algo que pretende aclarar problemas de especial enjundia con frases superficiales. Que esta definición se haya generalizado en una nación que no se caracteriza precisamente por sus grandes pensamientos es ya un considerable punto de referencia. No obstante, creo que habría que añadir que la respuesta sencilla a un problema complicado viene acompañada siempre de una forma repolluda formulada en el lenguaje extravagante de la secta. Sabido es que Cienciología ha creado un lenguaje totalmente nuevo, al que sólo se puede acceder plenamente mediante el uso de un diccionario; pero no deberíamos olvidar que un adventista, un testigo de Jehová o un mooní son incomprensibles una vez que empiezan a formular respuestas en su jerga específica. Que ésta es sólo una coraza para no dejar demasiado de manifiesto su superficialidad nos parece algo fuera de dudas. Otras utilidades aún menos éticas serán abordadas en la parte siguiente de este libro.

Mucho nos tememos, sin embargo, que el hombre que accede a una secta en busca de respuestas se enfrente además con una séptima característica: su variabilidad. A diferencia de un cristianismo que hunde sus raíces en la enseñanza apostólica del siglo I de nuestra era, las sectas han alterado, alteran y alterarán sus enseñanzas al son de sus conveniencias. Hemos visto en la primera parte de este libro cómo adventistas, Testigos de Jehová, mormones, mooníes, orientalistas y demás han sufrido alteraciones en las doctrinas que profesaba su secta. No se trata sólo de la novedad de la revelación (problema no pequeño, a nuestro juicio), sino del hecho de que ésta experimenta cambios no pequeños. Los adventistas "descubren" que Cristo no concluyó la misión redentora en el Calvario; los testigos de Jehová (como también los adventistas) reforman su cronología para dar más fechas relativas al fin del mundo; los mormones modifican sus doctrinas "inspiradas" sobre los negros y la poligamia, etc. De no ser por la presión psicológica constante que ejercen sobre sus miembros y otros factores que veremos más adelante, cuesta trabajo creer que puedan mantener a éstos tranquilos en medio de tanto vaivén doctrinal.

Resumiendo, pues, podemos señalar que, efectivamente, muchas personas se ven atraídas hacia el fenómeno sectario en busca de respuestas que alcanzan lo más profundo de las inquietudes del ser humano. Por desgracia, no parece que, en general, tales respuestas cuenten con un mínimo de posibilidades de ser acertadas. Su antropología, su negativa a considerar la posibilidad de que el ser humano se enfrente con un castigo ultraterreno como fruto de su acción responsable en esta vida, su forma de reescribir con poca honestidad la historia para hacerla encajar en sus propios planteamientos predeterminados, la insistencia en relativizar (e incluso eliminar) el papel de Cristo en la historia humana, la superficialidad de sus análisis (que, no obstante, son verbosos y ampulosos) y, por último, la acusada variabilidad de sus tesis nos hacen ser poco optimistas a la hora de considerar que la persona de buena fe que acude a una secta y entra en ella no esté llevándose un gato sectario en lugar de la liebre trascendental que anhelaba. Al contrario del monarca israelita, es muy probable que, a la búsqueda de un reino, se encuentre sólo con unos asnos.

Sin entrar en juicios de valor sobre el resultado trascendente de haber aceptado estas doctrinas y no otras más sanas y reales, queremos señalar que resulta penoso el hecho de que un ser humano, por cualesquiera razones, pierda la relación con un cristianismo multisecular en favor de una cosmovisión (la más de las veces delirante) sin ninguna relación con la historia y frecuentemente alterada a tenor de las conveniencias de la secta. El que resulte auténticamente excepcional que un cristiano practicante entre en las filas de los Testigos de Jehová o de los adventistas quizá sirva para mostrarnos el camino que, en parte, evitaría el crecimiento de las sectas.

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La secta o el lugar donde se compensan las frustraciones.

Introducción.

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Hemos tenido oportunidad de ver en los capítulos anteriores hasta qué punto la entrada en una secta va relacionada con necesidades legítimas que la práctica totalidad de los seres humanos alienta en su interior. Por desgracia, no son ésas las únicas razones por las que una persona entra a formar parte del número de adeptos de una secta. Si así fuera, podríamos creer que existe un carácter meramente victimario del sujeto, pero la realidad es muy otra.

Junto a las necesidades ya apuntadas de amor, consuelo, compañía, etc., aparecen conformadas otras que, desgraciadamente, distan muchísimo de ser tan legítimas. Vienen éstas motivadas por un resentimiento, más o menos consciente, que alienta en el sujeto y cuya justificación dista mucho según los casos. La razón, pues, es de tipo compensatorio.

A diferencia de las causas legítimas que apuntamos en los capítulos anteriores, estas necesidades ilegítimas, que veremos a continuación, sí son satisfechas por regla general en el seno de las sectas y de ellas depende en buena medida la permanencia de los adeptos en el seno de la misma. Tanto es así que los dirigentes se ocupan de alimentarlas de manera continua y consciente.

1. La rebeldía contra el entorno.

El adepto es un rebelde, pero, sobre todo, es un rebelde con retraso. Se asemeja a una olla a presión que ha estado buen tiempo acumulando el vapor y que, de repente, al no poderle dar salida, estalla, golpeando todo lo que se encuentra a su alrededor. Por ello constituye también un ejemplo de rebeldía inesperada y eso nos permite comprender el efecto tan desolador que produce en su familia. La secta ha hecho presa en una persona en quien no se hubiera podido esperar. De ahí buena parte del desconcierto que provoca.

En muchas ocasiones he contemplado el panorama de padres angustiados porque su mejor hijo o hija, un joven que era obediente, estudioso, trabajador y amante de la familia, repentinamente había dado un giro total a su vida entrando en una secta y rompiendo con lo que había sido su vida anterior. ¿Cómo es posible que el hijo mejor, que la hija más cariñosa tome una determinación que aparentemente se opone de forma tan radical a lo que ha sido su vida hasta entonces? Se recurre, con aparente lógica, a la socorrida explicación del lavado de cerebro.

En otros casos, la persona angustiada que acude en busca de ayuda es el cónyuge. De forma inesperada, su esposa, que hasta ese momento había sido un ejemplo de ama de casa buena y sumisa, ha decidido separarse del cumplimiento de las tareas domésticas para dedicar horas y horas a ir casa por casa vendiendo libros y revistas. Resulta común en estos casos que el marido atribuya el cambio experimentado por su cónyuge al hecho de que la han "liado" o embaucado, porque es poco menos que estúpida.

Otras veces, el marido que resultaba ejemplar por la forma en que aceptaba la equiparación del hombre y de la mujer en las tareas domésticas, se ha despreocupado de esposa e hijos para integrarse en una secta de corte esotérico. Su esposa no alimenta la menor duda de que se ha producido un lavado de cerebro. Su marido hasta entonces había sido un modelo, al que presentaba ante las amigas como hombre que aceptaba ejemplarmente los cambios de los tiempos. ¿Qué otra cosa sino una manipulación mental podría explicar un cambio tan considerable?

Por si esto significara poco problema, muchas veces el adepto no abandona en solitario el ambiente en que vivía: con él arrastra a los hijos o a algún hermano. ¿Qué significa esto? ¿Quizá el adepto no ha tenido ningún reparo en someter a sus familiares a las mismas maniobras de lavado de cerebro a que él se doblegó?

Si he de ser sincero y aunque acepto que el lavado de cerebro es una posibilidad dentro de algunas sectas, debo confesar que resulta excepcional en la mayoría de los adeptos, si bien es verdad que todos se encuentran sometidos a circunstancias de manipulación. Mucho me temo que, por poco agradable que esto pueda resultar, lo cierto es que si se buscan "responsables" de los cambios radicales acontecidos en las actitudes de los adeptos, todos no se encontrarán en el interior de la secta.

Debo decir con cierta pena que, por regla general, los parientes afectados no suelen pensar en que la responsabilidad pueda ser algo que les toque. Es un espectáculo tristemente común el ver que los padres piden que sus hijos sean sometidos a una desprogramación (por muy cara que pueda costar), mientras que la idea de intentar comprender al hijo les resulta claramente implanteable. Aun comprendiendo hasta qué punto tales circunstancias implican un drama para las familias, creo que debemos examinar críticamente las razones de estos cambios tan extremos y no recurrir al facilísimo expediente de culpar a la secta de manera exclusiva. Quizá resultará más fácil entender lo que pretendo decir si aduzco algunos ejemplos reales como ilustración.

Mariano era un hombre de cierta edad...

Antes de precipitar conclusiones, mencionaré otro caso. Enriqueta era una joven especialmente aplicada y obediente.

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Comentemos un caso más. Ya antes hemos hablado de él. Nos referimos a Constantino.

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Volveremos sobre este caso en relación con otras razones ilegítimas para entrar en una secta, pero lo apuntado aquí muestra por qué las amas de casa de más de cuarenta años, los adolescentes con cierta inadaptación o los hombres de entre treinta y cuarenta casados con mujeres especialmente emancipadas hallan en la secta un elemento de liberación. Creo que también nos proporciona una explicación al hecho de que tantos hijos primogénitos entren en sectas. Naturalmente, no pretendemos indicar con esto que la única forma de emancipación posible para estos sectores sociales sea la entrada en una secta; tampoco creemos que la secta sea realmente un medio liberador. Pero sí nos parece como un hecho indiscutible que así la ven (al menos inconscientemente) y la viven los adeptos a los que nos hemos referido. Que en otros casos este tipo de personas opte por asociaciones de mujeres separadas o de amas de casa propugnadoras de tesis feministas o bien entren en grupos políticos diametralmente opuestos a los que gozan de la simpatía de sus padres, sólo abona esta tesis.

Aún desearíamos apuntar un matiz más. Cuando las organizaciones antisecta cargan toda la responsabilidad de la entrada de un hijo en un grupo sectario sobre éste último, desresponsabilizan al ambiente familiar de lo acontecido y ofrecen como panacea la práctica de la desprogramación, sólo están cerrando en falso una herida, como, por desgracia, suele ponerse de manifiesto antes o después. El que haya jóvenes que, tras una (y a veces dos y tres) desprogramación, regresen a la secta, debería servir de llamada de atención para comprobar que "algo" distinto de aquélla es la causa de que el sujeto no pueda permanecer en su medio familiar y que ese "algo" no es cambiado simplemente porque sometan al adepto a un lavado de cerebro a la inversa, que es lo que, en la mayoría de los casos, constituye la desprogramación. Aun comprendiendo la angustia de los familiares de un adepto, debería evitarse caer en el fácil razonamiento de que el fin (su salida de la secta) justifica los medios (desprogramación), y no sólo por razones éticas, sino también por efectividad. No sólo hay lavado de cerebro en la persona que entra en una secta.

En la entrada a la secta hay un factor de rebeldía y, al contrario de la necesidad de amor o de ser útil, este elemento se mantiene siempre en el adepto, aunque pase un período prolongado dentro del grupo sectario. En cada uno de sus actos (negándose a recibir transfusiones de sangre, no comiendo mariscos, rechazando el café, apuntándose a cursillos de Dianética, etc.) estará dejando de manifiesto una clara oposición a un medio que él ha vivido, acertada o erróneamente, como poco gratificante, como opresor incluso. La secta, a cambio de explotarlo, le permite creer que se está viendo liberado de todo.

Sin embargo, cabe preguntar si este tipo de liberación es suficiente como para que el adepto se sienta tranquilo. En otras palabras, una vez dentro de la secta, una vez rotas las ataduras, ¿se vacía la bolsa de resentimiento que el adepto lleva en su interior?; ¿encuentra una satisfacción plena que le permite alcanzar la paz? Creemos que no, y a ello dedicaremos el siguiente capítulo.

2. La venganza contra el entorno.

Desgraciadamente, el adepto no suele quedar satisfecho con el simple hecho de enfrentarse a un entorno que, consciente o inconscientemente, rechazaba. En realidad, el adepto necesita vengarse del mismo y creo que no influye poco en su decisión de entrar en una secta el hecho de que ésta le ofrece medios para ejecutar esa "venganza".

Resulta escalofriante, por ejemplo, la concepción de la historia que presentan las sectas. Los Testigos de Jehová y los adventistas suelen jactarse de su insistencia en negar la existencia del infierno e interpretan la misma como una muestra de la superioridad de sus creencias religiosas. Su Dios resulta, visto desde su punto de vista, una divinidad benévola y misericordiosa que se diferencia considerablemente del Dios sanguinario de las confesiones cristianas. Ellos sí hacen justicia a Dios y no las otras confesiones, que lo denigran.

En honor a la verdad debo decir, no obstante, que no he conocido jamás personas más asustadas ante la idea del juicio de Dios (que no trae un castigo eterno, sino la aniquilación) que los adeptos de estos dos grupos sectarios. El patético caso de jóvenes adventistas que escondían latas de comida con vistas al fin del mundo (la crisis final, como ellos la denominan), o de ex testigos de Jehová que, aun abandonada la secta, tiemblan ante la posibilidad de que mañana llegue la batalla de Armagedón y Cristo los destruya, son dos ejemplos que abonan la tesis que indicamos aquí.

En todos los movimientos sectarios, junto a su agresividad contra el entorno (los gentiles, los karmis, Babilonia la Grande, etc.) existe toda un panoplia de violencia, siquiera verbal y mental, contra el mismo. Ya tuvimos ocasión de examinar cómo para Manolo y Constantino pesó mucho la idea de que el fin del mundo estaba cerca. Por desgracia, ninguno de los dos era una excepción. La secta no sólo permite romper con situaciones con las que el adepto quizá no se atrevería a enfrentarse, sino que, además, le promete que aquella gente que ha causado, verdadera o imaginariamente, su desdicha se verá castigada cuando llegue el "ajuste de cuentas". Si es cierto que tanto los mooníes como los Hare Krishna cuentan con depósitos de armas, como se ha publicado en alguna ocasión, algunas de estas sectas equivalen a un polvorín sobre el que se sienta tranquila y despreocupadamente nuestra sociedad, inconsciente de que la obediencia de un adepto a la secta es ciega y que el día de mañana puede despertarse con una metralleta de un sectario apuntándole a la sien. Digo esto sin la menor intención de escribir utilizando recursos estilísticos.

No es de extrañar, por lo tanto, que la secta sea tan agresiva en sus planteamientos y que, por regla general (es decir, salvo cuando piensa captar miembros), rehuya el diálogo ecuménico. Si se sentara a discutir amigablemente sin ánimo de proselitismo, se estaría negando a sí misma y, además, estaría perdiendo uno de los alicientes que más pesan en el ánimo de sus adeptos. Esto explica por qué las escisiones de las sectas son irrecuperables. Ni testigos de Jehová, ni mormones, ni adventistas han conseguido hacer volver a sus filas a movimientos salidos de las mismas y que creen sustancialmente lo mismo que ellos. Y es que la única forma de que la secta pudiera aceptar la unión pasaría porque se produjera la capitulación de secesionistas aceptando, a la vez, cargar con todas las culpas. Gestos como los que hemos tenido ocasión de ver en los últimos años, acontecidos entre la Iglesia católica y las orientales o anglicana, son algo que la mente del sectario no puede aceptar. Si lo hiciera, su estancia en la secta no tendría ninguna razón de ser.

Y ésta es también la raíz de que la tolerancia o el respeto a otros grupos sea algo proscrito en el interior de las sectas y a ello debemos atribuir el hecho de que se utilice para definir a otros movimientos religiosos un lenguaje especialmente injurioso. Si los adventistas o los Testigos de Jehová definen a la Iglesia católica como la gran ramera, no es pura casualidad. Tampoco lo es que se considere lícito mentir a los miembros de otros grupos para llevar a buen puerto los objetivos de la secta. Ya hemos indicado en la primera parte de este libro cómo hay directrices en ese sentido en los adventistas, los Hare Krishna y los mooníes, y no deja de ser curioso que los Testigos de Jehová digan que no es lo mismo "mentir" que "engañar" y que esta última sibilina disquisición esté relacionada con el trato dado a los que no son miembros de la secta.

La secta es la firme garantía de que el adepto podrá obtener la venganza a la que cree tener derecho. Ahora lo hará porque ya disfruta con el pensamiento de que un día sus "enemigos" recibirán el castigo. ("Los muy estúpidos -piensa el adepto de los que no son sus compañeros en el interior de la secta- se creen sabios e inteligentes, pero en realidad son sólo unos ignorantes"). Habrá un momento en la historia en que "ellos" (karmis, gentiles, Babilonia la Grande, etcétera) no sólo serán objeto de deseos de reivindicación, sino que se verán expuestos a la derrota final y eterna. Basta leer las publicaciones de los mooníes, de los adventistas o de los Testigos de Jehová para comprobar que todo lo que se diga sobre esta delectación de los adeptos, causada por la idea de que los que no son como ellos serán destruidos, será poco.

¿No hay salida entonces para las otras personas, para los "enemigos", de esta terrible conclusión de la historia? Sí, pero fijémonos en sus términos, porque resultan claramente significativos. Si alguien desea verse libre de tan terrible destino, tendrá que reconocer su error, confesar su "pecado" y entrar en el "rebaño espiritual" del sectario. En buena medida esto explica el afán proselitista del adepto. Resulta difícil imaginar una satisfacción mayor para él que la de encontrarse con que sus antiguos opresores (supuestos o reales) acuden a él humildemente, le confiesan sus culpas y lo usan como camino para entrar en las bendiciones que él espera disfrutar. Imaginemos a Enriqueta viendo cómo sus padres reconocen haberse equivocado toda la vida y haber descubierto la luz gracias a una hija a la que se someten espiritualmente, porque les precedió en el hallazgo del sendero de la verdad. Pensemos en Latino, al que sus jefes reconocen como alguien superior porque ha visto lo que ellos ni siquiera hubieran sospechado que existía. Tratemos de ver mentalmente a la esposa de Mariano, que acepta, tras décadas de matrimonio, que ha sido un tirano y que ella era la más sensible y espiritual del entorno familiar. Nos encontraríamos entonces con lo que el adepto considera su máxima rehabilitación.

En todo esto hay algo indefinible, algo patéticamente trágico, de lo que, para ser honestos, el que escribe estas líneas no tiene ninguna duda, y es que ese sentimiento de venganza, en parte ya satisfecha y en parte esperando su consumación, que percibe en los adeptos y especialmente en los más enfervorizados. Creen que la historia les dará la razón, y el que sea sobre centenares de cadáveres no les causa problemas, sino una extraña satisfacción.

Un ejemplo de esto podría ser el caso de Eugenio.

...

¿Es que nadie siente repulsión en el interior de la secta ante manifestaciones de este tipo? Debemos confesar que los casos que conocemos son excepcionales. Sería injusto, no obstante, no mencionar uno de ellos. Se trata de Juan José.

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Creo sinceramente que muchos adeptos habrían recibido una ayuda más adecuada para abandonar la secta si se hubieran detectado los oscuros rencores que bullen en su interior y se hubiera tratado de desactivarlos. El obviar esta dramática realidad invalida en buena medida las acciones encaminadas a ayudarlo, porque se olvida de que la venganza es ciega y que sólo eliminando ese deseo de ejecutar la misma podrán desatarse buen número de los lazos que ligan al adepto con la secta. Sobre este tema volveremos más adelante en el apartado de conclusiones.

3. La superación de frustraciones.

No constituye tesis nueva la de que determinadas sectas adquieren sus adeptos en sectores especialmente frustrados de la sociedad. Blandre, en un libro magnífico sobre los Testigos de Jehová, ha señalado cómo los adeptos de esta secta surgen del mismo sector social que los Adventistas del Séptimo Día. Fundamentalmente, se trataría de gente de clase media baja, obreros sin cualificar y, en general, personajes que ocupan un lugar social de escasa relevancia, pero sujetos a presiones laborales o familiares. A nuestro juicio, admitiendo por supuesto excepciones puntuales, esta opinión del eminente experto en sectas es correcta. Lamentablemente, Blandre, que está especializado en el estudio de las sectas milenaristas como los adventistas y los Testigos de Jehová, no ha ampliado el campo de su estudio a otras sectas.

Ya hemos indicado en el curso de estas páginas cómo las sectas reúnen a sus adeptos en grupos muy específicos a los que hemos hecho referencia de manera repetida. Creemos que resulta obvio un elemento de frustración en todos ellos. Que la secta proporciona a los adeptos la posibilidad de concretar la oposición que sienten frente al entorno, así como la de llevar a cabo (siquiera sea en esperanza) una venganza contra el mismo, ha sido objeto de nuestros dos capítulos anteriores. Pero aún más importante que esto debe considerarse el hecho de que los adeptos reciben en el seno de la secta un camino para superar una serie de frustraciones personales que los afectan en lo más íntimo de su psique. La falta de educación académica, la carencia de poder sobre otras personas, la escasez de medios económicos, son características, de multitud de casos, de los adeptos, y la secta les proporciona la posibilidad de considerarse poseedores de un conocimiento superior al que dispensa cualquier universidad de este mundo, de ejercer el poder sobre miembros de la secta inferiores a él y de soñar con el reparto de despojos (la expresión es literal) que significará el definitivo ajuste de cuentas escatológico.

De nuevo consideramos revelador analizar algunos casos que apoyan esta tesis.

Volvamos una vez más a Latino.

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Un ejemplo con ciertas similitudes lo presenta Antonio, un anciano de los Testigos de Jehová.

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Es sólo una muestra de esa pasión por mandar que tanto comentan los ex adeptos tras abandonar la secta. Curiosamente, unos ex adventistas la denominan el "medio metro". Quieren dar a entender con ello que sus antiguos dirigentes estaban dispuestos a someterse a la secta hasta límites inconcebibles sólo por el placer que les proporcionaba dar órdenes desde el púlpito, que se sitúa a medio metro del suelo aproximadamente. Este juicio es demasiado simplista, pero, sin lugar a dudas, contiene una triste verdad: buen número de los adeptos encuentra en la secta una compensación de sus frustraciones, y de éstas, la de mando es una de las más corrientes. No negamos que tal pasión de mandar, por usar la expresión de Marañón, no se dé en otros colectivos humanos. Es evidente que así es. Lo que sí deseamos subrayar es que la secta utiliza tal "debilidad" para sus fines de una manera descarada y magistral.

Un caso más que nos permite ilustrar cómo el grupo sectario ofrece una compensación de frustraciones lo tenemos en Luis, que ejerce funciones de liderazgo en una secta de fundación española.

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A veces, la frustración es de corte más material. Ya hemos indicado la extracción social habitual de los adeptos. Cobra entonces un especial significado la promesa de obtener compensaciones económicas en el futuro. No me estoy refiriendo al hecho de que el adepto reciba dinero por el hecho de pertenecer a una secta. Salvo contadísimas excepciones, la pura realidad es que al adepto pertenecer a una secta le sale muy caro económicamente, porque ésta le explota sin compasión. A lo que hago referencia es al hecho de que las "bendiciones" escatológicas que suele prometer la secta son, por regla general, de un orden material expresado, en multitud de ocasiones, en términos de cierta grosería. Los Testigos de Jehová y los adventistas esperan recibir un trozo de tierra en el nuevo mundo posterior a Armagedón ("parcela" he oído en repetidas ocasiones denominarlo a adeptos de ambas sectas), ilusión que, dada la actual especulación del suelo, no deja de ser interesante; mooníes y Hare Krishnas sueñan con llegar a dominar el mundo (y se esfuerzan por comenzar a hacerlo ya); los Niños de Dios ansían el momento en que el planeta estalle, dejándolos a ellos como dueños virtuales del nuevo sistema, etc. No hace falta estar dotado de especial agudeza para comprender hasta qué punto en todo esto hay una sublimación de deseos groseramente materiales. No seamos tan ingenuos como para ver en ello una reivindicación de justicia social. No hay nada de este tipo en las enseñanzas de las sectas (generalmente, son fuertemente reaccionarias en sus planteamientos). Lo que se puede ver aquí es un ansia de verse compensados más adelante de las injusticias materiales que viven ahora. Que fenómenos como el misticismo o la búsqueda de una unión más profunda con el ser supremo sean ajenos a las sectas, que la oración o los sacramentos gocen de un lugar muy reducido en el seno de las mismas; que el "más allá" (por denominarlo de una manera clara) esté ligado a categorías terrenas (a veces, excesivamente terrenas, a nuestro juicio), no son sino consecuencias de este intento de superar frustraciones materiales que la secta sabe utilizar magistralmente. Sería interesante entrar a analizar hasta qué punto no ejerce aquí la secta, en el sentido más literal del término, un papel de "opio del pueblo", en contraposición, por ejemplo, al papel del cristianismo a la hora de promocionar al ser humano. Supera, sin embargo, el objeto de nuestro estudio y por ello no podemos sino apuntarlo.

Posiblemente, el lector haya tenido ocasión de contemplar por sí mismo la veracidad de lo señalado en este capítulo. En visitas domiciliarias de Testigos de Jehová, en conversaciones con adventistas o con miembros de Dianética, en entrevistas con Hare Krishna, resulta imposible no captar un aire de displicencia (en muchas ocasiones nada sutil) que rodea como un halo indefinible, pero palpable al adepto. Es como un conjunto de vibraciones que nos estuvieran indicando hasta qué punto nuestro interlocutor no sólo está seguro de lo que dice, sino también de que nosotros somos malvados o ignorantes o ambas cosas a la vez si no nos plegamos a su argumentación. Al mismo tiempo, el adepto comunica un aire de sentirse especialmente realizado con la exposición de sus doctrinas, sobre todo en la medida en que éstas muestran lo claramente diferenciado que se encuentra del resto de los mortales. Baste enfrentar a un Testigo de Jehová o a un Adventista con el texto griego del Nuevo Testamento para que esa atmósfera se disipe con rapidez; pero es justo reconocer que no son muchas las personas que, visitadas por ellos, pueden hacerlo.

Hasta qué punto el adepto disfruta con este tipo de enfrentamientos, que reafirman su superioridad, puede verse en el hecho de cómo intercambian argumentos con otros compañeros para ir construyendo una apologética que se considera a prueba de cualquier contrariedad, y cómo, dentro del cúmulo de experiencias que se van reuniendo en su existencia de adeptos, tienen un especial valor aquellas referidas a la discusión con ministros de otras confesiones. He tenido ocasión de comprobar esto incluso en el caso de sectas que no pretenden tener un contenido religioso y que incluso se presentan como una sencilla filosofía que no es incompatible con ninguna confesión religiosa.

Una experiencia de este tipo la tuve hará unos siete años con unos miembros de La Comunidad. Habían establecido contacto con un amigo mío, y éste me pidió que le acompañara en una entrevista con ellos. Aquella perspectiva no me resultaba especialmente atrayente, pero mi amigo hacía poco que había salido de los Testigos de Jehová y la idea de que pudieran volver a envolverlo en otra secta no me agradaba. Entablada conversación con los miembros de La Comunidad (que, previamente, insistieron en que no eran una religión y que a su grupo podía pertenecer cualquier persona de cualquier credo religioso), no pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a ridiculizar a algún sacerdote que había charlado con ellos antes. Aún hoy en día no sé si atribuir tal actitud al hecho de que me tomaran a mí también por sacerdote y que quisieran provocarme o desanimarme. Insisto: no lo sé. Pero lo que sí recuerdo es el especial desprecio con que se referían a algún miembro del clero que no había resultado especialmente brillante en una conversación con ellos.

Esta actitud puede llegar a una burla aún más directa cuando pensamos en sectas como los adventistas y los Testigos de Jehová, que se pretenden cristianos y para los que el enemigo número uno es la Iglesia católica. Recuerdo la manera divertida en que un Testigo de Jehová, al que llamaremos Bertín, me contaba cómo había sacado de quicio al párroco de un pueblo al que había ido a distribuir literatura junto con otros adeptos. El joven se reía disfrutando realmente de su relato, y confieso con vergüenza que a mí en aquel entonces (puede hacer casi tres lustros) no dejó de hacerme cierta gracia la manera en que habían hecho rabiar Bertín y sus amigos al pobre párroco del pueblo, que, para más señas, era un anciano.

No es de extrañar, por lo tanto, que resulte más fácil para un adepto poder expresar su doctrina en términos negativos que positivos. Si uno le pregunta a un Testigo de Jehová en qué cree, aparte de una referencia al fin de este sistema de cosas, como se dice en la jerga de la Watchtower, todas las respuestas que recibirá serán de signo negativo: no cree en la Trinidad, no cree en el infierno, no cree que todos los salvos vayan al cielo, etc. Lo mismo sucederá con un adventista: no cree que el alma sea inmortal, no cree que se puedan comer ciertas cosas, no cree que el domingo sea el día del Señor, etc. En realidad, la secta y sus adeptos necesitan definirse por contraposición, y este enfrentamiento ayuda al adepto a reafirmarse en su superioridad y a intentar con ello superar las frustraciones que le han causado las circunstancias diversas que rodean su vida y que van desde la falta de educación académica a la carencia de una posición acomodada, pasando por lo que él considera una ausencia de reconocimiento por parte de los que le rodean, hecho que considera palmariamente injusto.

Con un mínimo esfuerzo intelectual (aunque muchas veces con un gasto de dinero y de trabajo nada despreciable), el adepto se encuentra en posesión de una verdad (la única), que muy pocos poseen. Esta sabiduría ignota le permite mirar por encima del hombro al resto de los habitantes del planeta. De la noche a la mañana, como por arte de magia, puede sentirse en una situación privilegiada. Los gobernantes, los magnates, los sabios serán aniquilados porque el verdaderamente sabio y rico es él y sus compañeros en la secta. Y los que peor destino pueden esperar son los clérigos, porque desconocen (y presuntamente se niegan por sistema a conocer) la verdad que él posee. Ni siquiera los profesionales de la religión pueden permitirse el lujo de competir con él, y cuando lo hacen salen mal parados del encuentro.

Pero no son esas las únicas compensaciones que halla en el seno de la secta. Dentro de ésta puede aspirar a desempeñar puestos de mando que, en la mayoría de los casos, nunca poseyó con anterioridad. Dentro de la sofisticada piramidización de la secta, el adepto que lleva un cierto tiempo dentro de la misma (y que sigue siendo una insignificante ruedecilla dentro del engranaje) empieza a recibir misiones y éstas entrañan poder dar órdenes a miembros que se encuentran en peldaños inferiores; él se ocupará de vigilar que todos los adeptos lleven un atuendo correcto o que su cabello esté cortado de la manera adecuada . Aparentemente, no es mucho, pero permite obtener la sensación de que se es importante y "con mando". Ahora hay gente que se pliega a las palabras del adepto y no es el adepto el que siempre obedece (en realidad, obedece más ciegamente que nunca).

Por si esto fuera poco, el adepto espera un nuevo futuro y en él contará con todo aquello que considera que se le ha negado materialmente en éste. En repetidas ocasiones he contemplado a Testigos de Jehová y a adventistas refiriendo la manera en que será su casa en el nuevo orden. Para el profano esto puede resultar chocante, ridículo y hasta gracioso. Creo que es terriblemente trágico. Millares de personas se han transformado en robots de una secta que alimenta sus deseos materiales. Lo más terrible es que esa secta les puede hacer vender el pájaro en mano de lo poco que tienen en beneficio de sí misma a cambio de los ciento volando que recibirán cuando llegue el fin del mundo.

Aún queda un aspecto que nos parece especialmente patético: el hecho de que nada de esto sirve en realidad para liberar al sujeto de sus frustraciones. En el seno de la secta comienza a descubrir que se repiten circunstancias que fuera de ella le resultaban especialmente dolorosas y que han motivado su transformación en el adepto. Pero es que, además, aquellas conductas que se repiten en su vida de manera continua y persistente sólo sirven para dejar de manifiesto que las frustraciones no se han visto superadas, sino subrayadas. La herida, por triste que sea reconocerlo, no se ha visto restañada, sino que supura ahora más que nunca y a través de ella brota la frustración y el resentimiento de una manera ciega y violenta. En multitud de casos el adepto va descubriendo con creciente espanto que recibe más órdenes que nunca, que no es un elegido, sino un número, y que su escaso pecunio va desapareciendo o mermándose considerablemente para ir a parar a las arcas de la secta.

Confieso que a nivel personal es ésta una de las circunstancias en las que veo más dolorosamente reflejada la gran mentira que se encarna en las sectas. Junto con todo un grupo de necesidades legítimas, el adepto busca una satisfacción compensatoria de frustraciones que amargan y descubren las heridas que hay en su vida. Aparentemente, la secta, por muy elevado que se lo cobre, parece brindarle un remedio a éstas, se trata sólo de apariencia. Como si bebiera agua de mar, el adepto siente cada vez más sed, y si en algún momento pierde la confianza en la secta todo el eje mental sobre el que hace girar su vida se vendrá abajo. Al descubrir que Ellen White no fue una profetisa de Dios o que el fin no llegará en esta generación, muchos adeptos han visto que ocupaban no una posición superior a la de sus semejantes, sino trágicamente ridícula. No eran seres emancipados, sino más esclavos que nunca; no sabían más que nadie, sino que eran víctimas de un burdo engaño; no iban a recibir ninguna recompensa, sino que eran objeto de una explotación económica (y no pocas veces laboral) realmente infamante.

Ese dramático descubrimiento los ha salvado, en buen número de casos, de las garras de la secta. Pero, ¿quién les devolverá todo lo que sacrificaron al ídolo que era ésta? ¿Quién reparará su vida quebrantada? ¿Quién indemnizará a su familia y a su cónyuge? Aún más, ¿qué podrá hacer si, como sucede muchas veces, el adepto descubre que todo es una falsedad, pero no se atreve a dejar la secta por miedo a perder en el interior de ésta a toda su familia?

Son todas estas cuestiones las que deberían hacernos ver que, aun aceptando su parte enorme de propia responsabilidad, la inmensa mayoría de las veces, el adepto es más digno de nuestra compasión, de que lo veamos como un hermano caído en una trampa, que como un enemigo al que hay que abatir. Si ya antes de entrar en la secta su situación debería movernos a misericordia, tras verse sometido a la estafa y a la explotación de ésta, esta actitud nuestra debería agudizarse aún más.

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Principales sectas existentes en España.

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Adventistas del Séptimo Día.

Extensión: prácticamente la totalidad de España, aunque con especial importancia en Madrid, Barcelona, Zaragoza y algunas zonas de Levante. En América Latina constituyen la tercera secta en importancia, detrás de los mormones y de los Testigos de Jehová.

Número de miembros: aunque se insiste oficialmente en unos 15000, lo cierto es que apenas superan los 4000.

Métodos de captación: contacto personal, retiros, "campamentos de supervivencia" y especialmente los cursillos para dejar de fumar. Según fuentes internas de la secta y ex adeptos, éste es uno de los métodos principales de captación.

Existe también amplia documentación que señala sus intenciones de infiltración en organizaciones interconfesionales y ecuménicas, así como su especial interés en aparecer como una Iglesia protestante más (lo que no son). Estas maniobras, que han fracasado generalmente en otros países, han tenido éxito en España, donde están encuadrados en la FEREDE (Federación de entidades religiosas evangélicas de España), que representa al 40 por 100 del protestantismo hispano. En América, las maniobras del mismo tipo, verbi gratia, el acercamiento a la CEDEC en Colombia, se han saldado siempre con un fracaso.

Fuentes procedentes de ex adeptos apuntan a irregularidades económicas ligadas a la secta. Existen documentos internos que parecen indicar la existencia de una presión psicológica continua sobre los adeptos a fin de obtener de ellos dinero y otro tipo de aportaciones económicas.

El denominado "caso Davenport" es posiblemente el asunto financiero de mayor trascendencia relacionado con la secta, ya que llevó ante la Administración de Justicia de Estados Unidos a varios de sus líderes más importantes bajo la acusación de fraude y estafa.

Su política de relaciones públicas y la manera en que han conseguido infiltrarse en algunos ambientes en España la convierten en una secta de peligrosidad considerable.

Características principales: secta milenarista sustentada en una lectura sectaria y aparentemente literal al estilo norteamericano. Creen que su profetisa, Ellen White, estaba inspirada por Dios y que sus escritos tienen la misma autoridad que la Biblia.

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Agora.

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: cursillos, conferencias, contacto personal.

Características principales: mezcla heteróclita de elementos orientales con otros de tipo gnóstico.

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Alfa-Omega.

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.
miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, cursillos, conferencias, retiros.

Características principales: ligazón de elementos orientales con otros de tipo gnóstico.

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Ananda-Marga (Camino de la Beatitud).

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de Extensión: muy limitada geográficamente.

Métodos de captación: conferencias, seminarios, contacto personal.

Características principales: corte orientalista.

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Arco Iris.

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.
miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, retiros, conferencias.

Características principales: unión de elementos orientalistas con otros de corte gnóstico.

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Bhagwan Rajneesh (El Amanecer).

Extensión: Madrid y Barcelona.

Número de miembros: en torno al centenar.

Métodos de captación: seminarios, cursillos, conferencias, contacto personal, distribución de la obra escrita del líder.

Características principales: lectura tamizada por el líder de los principios tántricos.

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El Camino.

Extensión: algunos núcleos en Madrid.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal y conferencias fundamentalmente. Algunas fuentes han apuntado a un entrenamiento paramilitar de sus miembros.

Características principales: pseudocristiana.

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Centro Esotérico de Investigaciones (CEIS)

Extensión: fundamentalmente en Cataluña. Aunque se ha anunciado en varias ocasiones su desarticulación, parece ser que la secta ha sido reconstruida.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: cursos, conferencias, contacto personal.

Características principales: corte esotérico y gnóstico.

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Centro Onkarananda (Centro de la Luz Divina Wwami).

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: cursos, conferencias, contacto personal.

Características principales: orientalista.

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Cienciología (Dianética, Narconón, etc).

Extensión: práctica totalidad de las capitales de provincia, pero con especial importancia en Madrid y Barcelona.

Número de miembros: en torno al medio millar, aunque en los últimos años se ha percibido un notable descenso en la entrada de adeptos como consecuencia de las informaciones difundidas sobre la secta en diversos medios de comunicación.

Métodos de captación: muy variados. Van desde el contacto personal a tratamientos para la desintoxicación de drogadictos, pasando por cursillos de tipo psicológico o las novelas de ciencia-ficción escritas por su fundador, Ronald Hubbard. Utiliza colectivos paralelos para la captación de adeptos.

Características principales: su enseñanza gira en torno a las obras de Ronald L. Hubbard. En parte pseudomítica, en parte pseudocientífica, gran parte de su poder de captación reside en ofrecer la posibilidad de remediar o aliviar trastornos psicológicos propios de la cultura urbana (depresión, ansiedad, etcétera).

Ha sido encausada judicialmente en numerosas ocasiones.

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La comunidad (Partido Humanista).

Extensión: la práctica totalidad del territorio nacional.

Número de miembros: no inferior a los 5000, si bien en los últimos años ha perdido un número considerable de miembros y los intentos para lograr su redespegue han sido fallidos. Durante la transición política estuvo a punto de convertirse en un poder fáctico de importancia considerable.

Métodos de captación: contacto personal, cursillos, conferencias, acción política y de barrios a través del Partido Humanista, que ha formado parte de la coalición Izquierda Unida.

Características principales: el Partido Humanista es el brazo político de La Comunidad, y cuenta con partidos hermanos en diversos países europeos y latinoamericanos. Propiamente, no sería tanto una secta como la prolongación de una organización que sí lo es: La Comunidad.

Su base son los escritos de Silo, su profeta, de corte esotérico y pseudohumanista.

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Daniel del Vecchio.

Extensión: fundamentalmente en la zona cercana a Málaga, pero ha contado con ramificaciones en Asturias, Barcelona, Levante y Madrid.

Número de miembros: resulta difícil determinar el número de miembros, puesto que alguna de las ramificaciones se presenta con otros nombres; pero, en cualquier caso, no es inferior al medio millar.

Métodos de captación: contacto personal, retiros, conferencias, práctica del exorcismo.

Características principales: la secta ha recibido diversos nombres y el que aquí se le da es el de su líder y fundador, de origen italo-argentino. De carácter fanáticamente pentecostal, se basa en una lectura literalista y fundamentalista de la Escritura, siguiendo los patrones interpretativos de los movimientos pentecostales de corte anglosajón. Existe en el seno del grupo una insistencia enfermiza en la búsqueda de carismas espectaculares (glosolalia, profecía extática, etcétera), así como en el combate contra el diablo (exorcismo mediante el vómito, etc.).

La secta ha logrado con notable éxito su infiltración entre las Iglesias protestantes que están integradas en la FEREDE, que la consideran una más de las confesiones pentecostales.

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Edelweiss.

Extensión geográfica: presuntamente desarticulada, en realidad parecen existir indicios que apuntan a su reconstitución.

Número de miembros: indefinido en estos momentos.

Métodos de captación: contacto personal, campamentos para adolescentes.

Características principales: utiliza simbología de corte neofascista, presunta existencia de abusos sexuales sobre menores y de entrenamiento paramilitar.

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Gnosticismo (Gnosis de Carf, Iglesia gnóstica cristiana Universal de España, Iglesia patriarcal gnóstica).

Los grupos gnósticos (más bien pseudognósticos) son un fenómeno de crecimiento continuo en nuestro país y en América Latina. Aquí hemos señalado a alguno de los mismos sólo a título de ejemplo, ya que se da una absoluta imposibilidad de mantener un censo completo de los mismos al día.

En términos generales, su enseñanza no arranca del gnosticismo original, sino que combina elementos de astrología, esoterismo y, en ocasiones, orientalismo bajo la nueva lectura del fundador.

Aunque todos ellos son numéricamente muy reducidos, su extensión abarca zonas del territorio nacional que hasta hace años sólo conocían la presencia de la Iglesia católica y de los Testigos de Jehová.

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Gushananda Yoga Ashram.

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: conferencias, contacto personal.

Características principales: corte pseudooriental con elementos de salud mental a través de la meditación.

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Hare Krishna (Asociación para la conciencia de Krishna).

Extensión geográfica: fundamentalmente Madrid y Barcelona.

Número de miembros: en torno a los 200.

Métodos de captación: venta callejera, venta de objetos orientales, contacto personal, plan de rehabilitación para toxicómanos en su granja de Brihuega, conferencias.

Características principales: es considerada una de las sectas con mayor grado de peligrosidad, sobre todo en su sector americano, que, presuntamente, contaría con una organización paralela de corte paramilitar.

Su enseñanza conecta con alguno de los aspectos más sombríos del hinduismo, pero amoldado a una mentalidad anglosajona.

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Hermanas de Halo de Belcebú.

Extensión: indeterminada.

Número de miembros: indeterminado.

Métodos de captación: contacto personal, asistencia a ceremonias.

Características principales: satanista.

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Iglesia del Dios universal.

Extensión: Madrid, Barcelona y algunas capitales de provincia. Cuentan con ramificaciones en toda América Latina y han crecido de manera especialmente notable en Centroamérica.

Número de miembros: en torno a los 300.

Métodos de captación: contacto personal, conferencias, cursillos, revista La Pura Verdad.

Características principales: secta anglosajona, con una lectura de la Biblia que toma elementos de los Adventistas del Séptimo Día y, secundariamente, de los Testigos de Jehová. Su profeta es Herbert Armstrong.

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Iglesia de Unificación (Secta Moon, Asociación para la Unificación del cristianismo mundial, AULA, CAUSA, MURVA, etc.).

Extensión: principalmente Madrid y Barcelona, pero con ramificaciones en diversas provincias.

Número de miembros: entre 200 y 300.

Métodos de captación: utilización de organizaciones paralelas, cursillos, retiros, conferencias, contactos personales.

Características principales: constituye un "holding" financiero que lo convierte en una de las grandes multinacionales actuales. Aunque en los últimos años se aprecia un retroceso de su poder político, lo cierto es que ha contado con diputados en la Asamblea francesa (grupo de Jean Marie Le Pen) y mantiene importantes conexiones en medios políticos coreanos y centroamericanos (especialmente Honduras y Guatemala).

Su fundador, Sun Myung Moon, fue condenado a prisión por evasión de impuestos en USA. El Parlamento europeo la considera especialmente peligrosa.

Fundamentalmente, la secta combina elementos pseudocristianos con aspectos esotéricos.

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Instituto Tantra.

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: menos de cien.

Métodos de captación: contacto personal, conferencias.

Características principales: orientalista.

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Meditación Trascendental.

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: en torno a los 200.

Métodos de captación: cursillos, conferencias, contacto personal.

Características principales: orientalista, si bien en sus aspectos esenciales es sumamente original. Si inicialmente se presentó como una forma de espiritualidad, posteriormente ha ido cambiando su imagen por la de una forma, aparentemente neutra, de meditación. Existen indicios de intentos de penetración en medios católicos.

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Misión de la Luz Divina (Guru Maharaj Ji).

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: conferencias, contacto personal, cursillos.

Características principales: pseudooriental.

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Mormones (iglesia de los Santos de los últimos días).

Extensión geográfica: la práctica totalidad del territorio nacional, pero con especial importancia en Madrid y Barcelona.

Número de miembros: en torno a los 8000. Constituyen la segunda secta en importancia numérica en España.

Métodos de captación: principalmente proselitismo a cargo de misioneros norteamericanos.

Características principales: pseudocristianismo en el que se acepta como revelación un conjunto de obras debidas a los primeros dirigentes de la secta; verbi gratia, el Libro del Mormón, la Perla de Gran Precio, etcétera.

En América Latina han seguido una política de apoyo a regímenes autoritarios, a cuya sombra han crecido considerablemente; verbi gratia, en el Chile de Pinochet. Un número importante de sus miembros ha ocupado puestos claves en la CIA y desde la presidencia de Eisenhower ha habido siempre un miembro mormón en el gabinete presidencial, con la excepción del mandato de Jimmy Carter.

Durante las primeras décadas del movimiento los enfrentamientos con las autoridades fueron continuos, llegando en algún caso al enfrentamiento armado.

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Niños de Dios (Familia del Amor, Misioneros Cristianos).

Extensión geográfica: muy restringida. Actualmente, en España hay núcleos en Madrid, Barcelona y áreas de Galicia, si bien su carácter es itinerante.

Número de miembros: en torno al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, prostitución de sus adeptos.

Características principales: curiosa mezcla de revelaciones personales de David Berg (Moisés David), su fundador, con elementos ocultistas y lecturas de la Biblia de corde literalista y apocalíptico, al estilo de los Adventistas del Séptimo Día o los Testigos de Jehová.

Aunque en abierta decadencia, es una secta de suma peligrosidad.

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Nuestro Retorno (Vida Universal, Ecovie, La Tribu, etc.).

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: conferencias, contacto personal.

Características principales: elementos esotéricos y gnósticos.

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Nueva Acrópolis.

Extensión: especialmente Madrid y Barcelona, secundariamente Valencia y Zaragoza.

Número de miembros: en torno a los 300.

Métodos de captación: campamentos infantiles, contacto personal, cursillos, conferencias, venta de reproducciones arqueológicas.

Características principales: resulta difícil precisar si en un sentido estricto Nueva Acrópolis es una secta. El Parlamento europeo, en un documento sobre los movimientos neofascistas, ha optado por clasificarla en este sentido.

Su enseñanza es de corte esotérica y gnóstica, si bien algunas fuentes de ex adeptos han señalado que en los escalones superiores del grupo podría presuntamente practicarse el satanismo y que la figura del diablo es mostrada como la de un ángel de luz que ha traído la enseñanza verdadera a los hombres.

Se le ha atribuido un carácter paramilitar; pero, al menos en España, éste no ha sido probado de manera total.

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Nuevo Amanecer.

Extensión: Madrid.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, presunta rehabilitación de toxicómanos, conferencias, exorcismo.

Características principales: proceden de una escisión de Daniel del Vecchio, cuyas características morfológicas comparten. No obstante, la presunta peligrosidad de Nuevo Amanecer es considerablemente mayor, pues, por un lado, han logrado sustanciosas ayudas oficiales; por otro, según testimonios de ex adeptos, han construido un sistema de explotación de los miembros asombrosamente eficaz, cometiéndose presuntas irregularidades económicas de importancia; y, por último, al encuadrarse en la FEREDE, han conseguido una imagen de respetabilidad que no se corresponde con sus características auténticas.

A nuestro juicio, posee una peligrosidad considerable.

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Orden del Temple (Templarios, Orden Soberana de los Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón).

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: conferencias, contacto personal.

Características principales: esotérica, reivindicando un supuesto legado ocultista de los templarios.

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Palmar de Troya.

Extensión: limitada geográficamente a la zona del Palmar, pero con amplias ramificaciones en sectores ultramontanos de países sociológicamente católicos.

Número de miembros: indeterminado.

Métodos de captación: contacto personal, si bien parecen poco interesados en un aumento del número de miembros.

Características principales: adulteraciones de visiones ultraconservadoras del catolicismo anterior al Vaticano II. Presuntamente, serviría en realidad de tapadera para operaciones financieras irregulares.

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Rashimura.

Extensión: muy limitada geográficamente.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, conferencias.

Características principales: orientalista a través del tamiz del dirigente principal. Presuntamente, utilizan la violencia y los adeptos se ven sometidos a peligrosas dietas.

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Rosacruces (AMORC).

Extensión: geográficamente muy limitada.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: literatura, contacto personal, cursillos.

Características principales: esotérica y gnóstica.

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Sahaja Yoga.

Extensión: geográficamente limitada.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, conferencias.

Características principales: orientalista.

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Sociedad Teosófica española.

Extensión: geográficamente muy limitada.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, conferencias.

Características principales: esotérica.

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Swami Satsang Beas de España.

Extensión: geográficamente muy limitada.

Número de miembros: inferior al centenar.

Métodos de captación: contacto personal, conferencias.

Características principales: orientalista.

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Testigos de Jehová.

Extensión: es la única confesión religiosa, aparte de la Iglesia católica, que cubre geográficamente todo el territorio nacional (lo que no sucede, por ejemplo, con ninguna confesión protestante por separado). En América Latina es también la única secta que tiene una extensión geográfica comparable con la iglesia católica.

Hoy en día hay congregaciones de Testigos de Jehová en todas las capitales de provincia españolas y ciudades de cierta importancia, y desde hace al menos una década han alcanzado las zonas rurales con un cierto éxito.

La única confesión religiosa que goza de una dispersión geográfica similar es la Iglesia católica.

Número de miembros: en torno a los 55000. Mientras que en Estados Unidos se ha iniciado hace unos diez años una tendencia a la pérdida de miembros, la situación es opuesta en España y América Latina.

Métodos de captación: fundamentalmente a través del contacto personal, iniciado en las visitas casa por casa y apoyado por estudios de sus publicaciones. Ocasionalmente, asambleas y visitas al Salón del Reino.

Características principales: su teología es, en buena medida, una copia de la de l Adventistas del Séptimo Día, si bien no tienen los excesos de éstos en lo relativo a la dieta y, además, cuentan con peculiaridades propias; verbi gratia, la prohibición de usar la cruz, de celebrar cumpleaños, etc.

Su lectura de la Biblia es pasada por el filtro de sus publicaciones y de una traducción (perversión, a decir de algunos) del texto sagrado, denominada Versión del Nuevo Mundo, en la que varios centenares de textos han sido alterados para sustentar sus doctrinas.

en repetidas ocasiones la secta se ha visto envuelta en escándalos de tipo judicial y financiero.

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Principios normativos para rescatar adeptos de las sectas.

1. Raro es el adepto que pertenece a una secta sólo porque le han lavado el cerebro. Debe intentarse, por lo tanto, descubrir qué existe dentro de él que le haya impulsado a dar ese paso.

2. No debe confiarse en soluciones mágicas. Incluso muchas personas sometidas a la desprogramación vuelven al interior de la secta. Inténtese ver qué hay en la vida de esa persona que tenga que ser objeto de cambio. ¡Ojo!: no se trata de culpabilizar a los padres, a los hermanos o al cónyuge de lo que ha sucedido; pero sí hay que insistir en que, sin alteraciones en el medio de vida del adepto o posible adepto, no existirá seguramente más que una solución pasajera. También debe de cortarse por lo sano a la hora de permitir que las personas relacionadas con el adepto le califiquen de "memo", "tonto", "inocente", "crío" y calificativos similares. Seguramente hacen esto de buena fe, pero no saben hasta qué punto le están perjudicando. El autor de estas líneas ha tenido ocasión de conocer a muchos adeptos que no se atrevían a abandonar la secta y volver a casa por temor a que sus padres o su cónyuge les sometieran a un juicio sumario en el que tuvieran que reconocer que "habían sido imbéciles" y que "ya te lo había dicho yo y no me quisiste hacer caso". Si los familiares de un adepto supieran hasta qué punto están cerrando el camino de huida de una secta con el empleo de tales tácticas, seguramente preferirían quedarse mudos para toda la vida. Por lo tanto, este punto debe ponerse en conocimiento de los familiares de manera amable pero tajante. Sin ningún tipo de concesiones o de componendas, hay que dejar de manifiesto que con una conducta así sólo se conseguirá confirmar al adepto en su posición. La secta aprovechará una conducta así para dejarle claro que nadie le ama en este mundo como ella y que sólo puede esperarse violencia de aquellos que no pertenecen a la misma.

3. Reúnase todo tipo de información sobre las sectas. La visión del adepto es alterada totalmente en el interior de los grupos sectarios y la misión de ayuda tendrá que mostrarle otra vez la realidad de las cosas. No se trata de arremeter porque sí contra la secta y mucho menos de calificar de estúpido al adepto por haber entrado en ella (una pésima costumbre que suelen tener los padres de adeptos cuando hablan con ellos sobre el tema), sino de ponerle de manifiesto que no gana nada en su interior, que en realidad pierde mucho y que puede hallar cosas mucho mejores fuera.

4. Debe armarse de paciencia. En este tipo de labor las contrariedades no vienen sólo de los adeptos (con los que hay que tener una paciencia infinita, una corrección exquisita y una resistencia suma frente a la provocación), sino que sus mismos familiares, que a veces pretenden zanjar la discusión dando un par de bofetadas al hijo y "poniéndolo en su sitio" o motejan al cónyuge con una serie de apelativos que sólo parecen indicar serias dudas sobre su coeficiente intelectual. Sería absurdo negar que muchísimas veces tan necesitados están de atención los familiares del adepto como este último. Téngase presente y actúese con longanimidad.

5. Confíe en la gracia de Dios y ore. Parece existir una especie de pudor ante la idea de la oración en algunos medios que incluso son cristianos. Sin embargo, yo sigo creyendo en su inmenso poder. Uno de los adeptos más famosos de todos los tiempos fue san Agustín; él mismo reconoce que en su conversión pesaron considerablemente las oraciones con lágrimas que su madre dirigió por él a Dios. No creo que Dios haya cambiado desde el siglo IV hasta el actual; más bien, tengo la firme confianza de que sigue escuchando las oraciones que le dirigimos y que no hace excepciones con las referentes a los adeptos de sectas.

Es mi firme convicción de que, con la ayuda de Dios, podemos obtener la victoria en la lucha que hoy en día implican las sectas. Creo también que el cristianismo saldrá fortalecido de la misma, como sucedió antaño en las controversias contra los gnósticos , los arrianos o los maniqueos. A la vez, sé que descansa sobre nosotros una enorme responsabilidad en ese enfrentamiento, que Dios nos ha otorgado talentos para que los pongamos a trabajar y que se nos pedirá cuentas por el uso que hagamos de ellos. Oremos y laboremos firmemente por que se nos halle finalmente en el grupo de los siervos laboriosos y no en el de los haraganes, y esforcémonos por vivir una existencia de seguimiento a Cristo que pueda ser sal y luz en este mundo, llegando en sus efectos a todas aquellas personas que están o pueden llegar a estar bajo el influjo de las sectas.

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Bibliografía.

He intentado reunir aquí una bibliografía que considero indispensable, aun dentro de su brevedad, para estudiar con un mínimo rigor el tema de las sectas. Para aquellos que deseen profundizar más en el estudio, me remito a las bibliografías que figuran en las obras aquí citadas.

Documentos.

A) Entidades privadas. Las aportaciones documentales de las asociaciones civiles IJZYS y Libertad son fundamentalmente las siguientes: "Las sectas en España, 1986", asociaciones IJZYS y Libertad; "Las sectas en España, 1987", idem; "Conjunto de propuestas que elevan a la consideración de la Administración las asociaciones IJZYS y Libertad, 1988"; sólo perteneciente a la asociación IJZYS es el "Informe sobre las comunidades de rehabilitación en España 1987", donde se analiza el papel enorme que las sectas juegan en este medio. Pese a su importante labor en este campo, la asociación Pro-Juventud ha sido muy parca en la elaboración de documentos relacionados con las sectas. El único de cierta importancia es el que tiene fecha de 29 de noviembre de 1987, en el que se recogen una serie de conclusiones del primer Congreso internacional sobre "Sectas y sociedad".

B) Organizaciones internacionales. Los documentos del Parlamento europeo sobre las sectas han sido traducidos del francés por mí y se encuentran incluidos como un apéndice final en mi libro El infierno de las sectas.

C) Entidades religiosas. Desde una perspectiva oficial católica, las aportaciones más importantesson el informe del Secretariado Romano para la Unidad de los Cristianos, titulado "Sectas o nuevos movimientos religiosos. Desafíos pastorales", publicado en "Ecclesia" de 17 de mayo de 1986, pp. 656 a 667, y el comunicado de la Comisión episcopal de relaciones interconfesionales sobre las sectas y los nuevos movimientos religiosos, de diciembre de 1989. Desde el campo concreto del protestantismo español, resulta disonante la ausencia de declaraciones acerca del fenómeno sectario, quizá motivada, al menos en parte, por la admisión en el seno de la FEREDE de algunas sectas reconocidas. La única excepción a esta tónica general es la colaboración de la asociación Libertad en los informes sobre sectas de la asociación IJZYS. Como es sabido, la asociación Libertad, pese a su categoría de entidad civil, está compuesta en su totalidad por miembros de Iglesias evangélicas y presenta ideológicamente un matiz acusadamente confesional en sus planteamientos.

Obras generales.

En su mayoría, todas tratan a los Adventistas del Séptimo Día, los Testigos de Jehová y los Mormones. Algunas son específicas en cuanto a movimientos del siglo XX: Boa K., Cults, World religions and you Wheaton, 1977. Análisis comparado de las sectas y los demás fenómenos religiosos; Breese D., Know the mark of the cults Wheaton, 1980; Conway F. y Siegelman J., Snapping, Philadelphia 1978; Enroth R., Youth, brainwashing and the extremist cults, Grand rapids 1977. Centrado en el estudio de las consecuencias de las sectas sobre los jóvenes; Garabedian J. y Coombs O., Eastern religions in the Electric Age, Nueva York 1969. Aunque un tanto desfasado ya, constituye un estudio interesante sobre el orientalismo; Gordon M. J., Encyclopedia of american religions, Wilmington 1978. Un compendio excelente de las sectas y las diferentes religionesen los Estados Unidos; Griffin E. M., The Mind changers, Wheaton 1976. Aunque un tanto atrasado, resulta aún de importancia por su estudio sobre las técnicas de captación de las sectas; Gruss E., Cults and the occult, Grand rapids 1974. Una interesante aproximación a la cuestión de las relaciones entre las sectas y el ocultismo; Hefley J., The youth-nappers, Wheaton 1977. Contiene capítulos dedicados a Moon, Hare Krishna, Guru Maharaj Ji, MT y Niños de Dios. Aunque interesante como fuente para analizar los orígenes , hoy en día es una obra ya muy atrasada; Lewis G., Confronting the cults, 1966. Una aproximación apologética desde una perspectiva protestante a las sectas; Martin W., The Kingdom of the cults, Santa Ana 1980; Id, The new cults, Santa Ana 1980. Aunque ambas obras son clásicos de la literatura sobre sectas, resultan, a nuestro juicio, demasiado superficiales, pues sólo tocan el aspecto religioso del tema y, además, desde una perspectiva apologética. Buen número de las sectas más peligrosas no son incluidas en estas dos obras; Passantino R. y G., Answers to the cultist at your door, Eugene 1981; Petersen W., Those curious new cults, New Canaan 1975. Un estudio introductorio a algunas sectas modernas; Salarrullana P.; Las sectas, Madrid 1989. Introducción muy amena al tema escrita por la antigua diputada del PDP. Aunque el libro da muestras de una cierta agudeza (por ejemplo en el desenmascaramiento de los adventistas), contiene algún error menor, como el de identificar como sectas a los Amish y a los Darbystas, que no lo son; Vaan Baalen, El caos de las sectas, Grand Rapids 1969. Excelente en cuanto a su desenmascaramiento de los adventistas como una secta peligrosa. Aunque es una obra muy antigua, se sigue leyendo con aprovechamiento; Vidal Manzanares C., El infierno de las sectas, Bilbao 1989. Hasta la fecha es la única obra escrita en castellano que reúne una historia breve de las sectas más importantes. Incluye también una traducción de los documentos del Parlamento europeo sobre el tema de las sectas.

Mormones.

Anderson E., The inside history of mormonism, Grand Rapids 1973. Testimonio de un ex adepto; Arrington L. y Bitton D., The mormon experience, Nueva York 1979. Una de las historias oficiales de la secta; Brewer D. L., Utah elites and Utah racial norms, Utah 1966. Buen libro sobre el racismo mormón; Brodie F., No man knows my history, 1945. Aunque con ciertas inexactitudes de detalle, sigue siendo una de las mejores biografías del fundador del mormonismo; Brooks J., The Mountain Meadows massacre, Palo Alto 1950. Un buen libro sobre este controvertido episodio sangriento de la historia mormona; Gilette A., Les mormons, París 1985. Magnífico; Mullen R., The Latter day saints, Nueva York 1966. Obra de propaganda por un mormón que presuntamente ha colaborado con la CIA y estuvo implicado en el escándalo Watergate; Stewart J. J. y Berret W., Mormonism and the negro, Oram 1967. Un buen estudio sobre el racismo de la secta; Tanner J. y S., The changing world of mormonism, Chicago 1981. Uno de los mejores libros sobre historia de la secta.

Adventistas del Séptimo Día.

Canright D. M., Life of Mrs. E. G. White, Seventh Day Adventist prophet. Her false claims refuted, Cincinatti 1919. Aunque es una obra muy antigua, sigue perdurando como una de las mejores biografías de la profetisa adventista. Magnífica en cuanto a los aportes de documentación y el desenmascaramiento de la secta; Cottrell R. F. y Specht W. F., The literary relationship between the Desire of Ages by Ellen G. White and the Life of Christ by William Hanna, 1979. Una de las mejores obras sobre el carácter plagiario de los supuestos escritos de Ellen White inspirados por el Espíritu Santo; Crosbie G. L., Seventh Day Adventists in New Zealand and Australia, 1958. Interesantísimo relato de un ex adepto sobre los métodos de captación e infiltración de los adventistas; Linden I., The Last Trump. Interesante estudio sobre la lucha por el poder en el interior de la secta; Nichol F., The midnight cry. Interesante narración sobre los anuncios fallidos de los adventistas en relación con el fin del mundo; Id, Ellen G. White and her critics, Washington 1961. Un análisis de la presunta profetisa a partir de fuentes documentales; Olson R. W., Ellen G. White's Use of uninspired sources, Washington 1979. Un excelente estudio sobre las fuentes auténticas de las profecías presuntas de la fundadora del adventismo; Rea W., La mentira White, Zaragoza 1988. Desde nuestro punto de vista, el mejor libro hasta la fecha sobre la realidad de la secta y el carácter auténtico de su fundadora. De lectura obligatoria para comprender realmente su peligrosidad. El libro es servido escribiendo al apartado 6011 de Zaragoza (España).

Testigos de Jehová.

Beckford J., The trumpet of prophecy, Oxford 1975. Estudio sociológico sobre la secta; Bergman J., Jehovah's witnesses and kindred groups, nueva york 1984. Contiene la bibliografía más extensa sobre los Testigos de Jehová, incluyendo unos cuatro mil títulos; Blandre B., Des adventistes a Russell (1843-1882), París 1985. Un intento serio de estudiar la prehistoria adventista de los Testigos de Jehová; Id, Les temoins de Jehovah, París 1987. Una excelente historia breve de los Testigos de Jehová; Carrera A., Los falsos manejos de los Testigos de Jehová, Bilbao. Amargo testimonio de un exadepto español; Id, 70 ex testigos acusan a la secta. Breves testimonios de antiguos adeptos de la secta en españa; Cole M., The trumphant Kingdom, Nueva York 1957. Una versión oficialista de la historia de la secta; Danyans E., Proceso a la Biblia de los Testigos de Jehová, Terrassa. El mejor estudio en castellano sobre la versión del Nuevo Mundo. Demasiado áspero como para poder tener utilidad leído por un adepto; Dencher T., Why I left JW-Fort, Washington 1966. Un mordaz testimonio de un antiguo adepto; Franz R., Crisis of conscience, Atlanta 1983. Testimonio de un antiguo adepto que formó parte del cuerpo gobernante de los Testigos de Jehová. Al igual que La mentira White con referencia a los adventistas, éste es un libro de lectura obligatoria; Greber J., The New Testament. Nuevo Testamento espiritista, en que los Testigos de Jehová han basado su versión del Nuevo Mundo; Gruss E. Ch., Apostles of denial, Gran Rapids 1978. Testimonio de un ex adepto; Magnani D., Cruel and unusual punishment, Clayton 1986. Una recopilación de documentos de la secta sobre el lavado de cerebro de niños; Id, Saleskids. Recopilación de documentos de la secta sobre la utilización de niños y adolescentes para fines lucrativos. Ambas obras son magníficas para descubrir el carácter explotador de la secta; Martin W., Jehovah of the Wachtower, Grand Rapids 1956. Análisis evangélico clásico del tema; Monroy J. A., Apuntando a la Torre. Estudio un tanto superficial y poco riguroso sobre los T. J.; Pape G., J'ai été témoin de Jehovah, Mulhouse 1977. Testimonio de un ex adepto; Penton J., Apocalypse Delayed, Toronto 1985. Un intento reciente de relatar la historia de los T. J.; Schnell W. J., Trente ans esclave des Temoins de Jehovah, Bourges 1974. Testimonio de un adepto de la época de Russell y Rutherford; Segaud E., Confessions d'un ancien Temoin de Jehovah, París 1976. Testimonio de un ex adepto; Vidal C., Por qué no soy Testigo de Jehová, Madrid 1978. Obra corta dirigida a los adeptos de la secta; Id, Recuerdos de un Testigo de Jehová, Miami 1987. Análisis riguroso de la experiencia personal de un adepto adolescente en la secta; Id, Pai, onde estao os teus filhos?, Miami 1987. Descripción de algunos métodos de captación y utilización de los adeptos en los T. J.

Dianética-Iglesia de la Cienciología.

Cooper P., The scandal of Scientology; Evans Ch., Cults of unreason, Nueva York 1972.

Iglesia de Unificación-Mooníes.

Boyer J. F., El Imperio Moon, Barcelona 1987. Interesante estudio sobre la secta, pero centrado excesivamente en Francia; Edwards Ch., Crazy for God, Englewood Cliffs 1979. Testimonio de un ex adepto, en el que se relata la propia desprogramación; Elkins Ch., Heavenly deception, Wheaton 1980. Testimonio de un ex adepto; Kemperman S., Lord of the Second Advent, Ventura 1981. Testimonio escalofriante de un adepto que tuvo que ser desprogramado dos veces; Rodríguez J., La conspiración Moon, Barcelona 1988. Reportaje sensacionalista sobre la secta. Aunque resulta un tanto interesante, no es muy riguroso en algunos de sus planteamientos, pecando en ocasiones de sensacionalismo; Yamamoto J. I., The puppet master, Downers Grove 1977. Un estudio sociológico de la secta.

Meditación trascendental.

Lewis G., What everyone should know about Trascendental Meditation, Ventura 1975; Miller C., Trascendental Hesitation, Grand Rapids 1977; Shahs D., The meditators, Plainfield 1975; Weldon J., The trascendental explosion, Irvine 1976.

Guru Maharaj Ji.

Bantam Books. Who is Guru Maharaj Ji?, Nueva York 1978; Larson B., The Guru, Denver 1974.

Hare Krishna.

Means P., The mystical maze, 1976; Yamamoto J. I., Hare Krishna, Inter Varsity Press, 1978.